El 29 de abril se cumplen ciento cincuenta años del nacimiento de María Ana Sanz Huarte. Un hecho significativo para los que valoramos como lo más grande la educación y la cultura como los mejores medios para una conversión ética de la sociedad.
No se trata de un homenaje a su persona ni a su obra. Tiene el mejor homenaje que se pudiera dar: el que un centro educativo público, que imparte los principios educativos en los que creía, tenga su nombre.
Pero sí recordar, hoy, quizá más que nunca, sus palabras y la ingente obra que emprendió, como tantos y tantas institucionistas, en defensa de los niños y de la mujer, acción aún necesaria.
Y parece oportuno destacar que la labor que realizó no hubiera sido posible sin la colaboración de instituciones y colectivos a los que consiguió atraer para la liberación de la mujer y el niño, dándonos un gran ejemplo de no discriminación por ideas políticas o religiosas.