Nosotros éramos miles ayer en Pamplona.

Hombres y mujeres, gente indignada, triste, estupefacta. Feministas y no, coreando en castellano y en euskera, buscando complicidades en medio de algo intenso que nos unía.

Éramos miles ayer en Pamplona, intentando que tú, violada de nuevo, sintieras un poco de calor. Queríamos abrazarte.

Ellos eran cinco y no puedo dejar de sentir que nos han ganado.

Cinco animales, cinco malvados, cinco, que contra los gritos de miles, se han sentido abrazados por una justicia que si bien se define como ciega, ayer se comportó de un modo intolerable. Ayer, en Pamplona, la justicia escrita en la minúscula que merece, fue cobarde.

Ayer la justicia se asustó, y en un ridículo y vergonzante intento de contentar a todos, caminó por la calle de en medio y delegó una decisión que no tuvo el valor de tomar.

Me avergüenza como ciudadana, me indigna como mujer.

A ti, solo puedo enviarte un abrazo, recordarte que te creo y asegurarte que esto no ha terminado.

Un beso. Miles de besos.