Interactuar con Dios
Pienso que algunos al leer mis cartas dirán: “Ya está este otra vez con el mismo tema, parece que no tiene otra cosa en la cabeza”. A esa persona le respondería: “Yo por lo menos le miro a la vida de frente y trabajo con mi propio método para tratar de comprenderla cada vez mejor, ¿tú qué haces en este sentido?”. Hoy se habla de interactuar. Un tutor de párvulos está interactuando con esos niños pequeños. Y al cuidarlos les está ayudando a despertar a la vida de una manera más armoniosa. Cuando una persona, niño, joven o anciano, tiene problemas especiales de salud o de comportamiento, se le puede aconsejar interactuar con un perro o con un burro debidamente adiestrado. Y eso es bueno en el plano emocional y de relación y estímulo en esa persona. Casi seguro que también es bueno para el perro y el burro. ¿Qué significa interactuar con Dios? En primer lugar, tratar de comprender su existencia. Cuando contemplas el universo y la complejidad de los seres, ¿qué sientes? ¿Creaste todo eso tú antes de nacer? Dirás: “Ya estaaba”. Claro que estaba, pero unido todo ello a un terrible misterio que te sobrepasa y te deja con la boca abierta. En segundo lugar, interactuar con Dios será lo siguiente. Tratar de ponerme en el lugar de ello, el todo consciente. Si yo soy salido de Dios y quiero vivir mi vida como si ello no existiera, ¿qué clase de soberbio y autosuficiente se supone que sería? Por lo tanto, ¿qué será para mí tratar de interactuar correctamente con Dios o hacia Dios? Se tratará de una actitud traducida en alguna práctica concreta. Si no quisiéramos dedicar diez minutos al día para profundizar en nuestro interior, mal iríamos. Y de hecho vamos muy mal.