La ministra de Economía, Nadia Calviño, el FMI y un sinfín de analistas económicos vienen a decir lo mismo: que nos olvidemos de subir las pensiones conforme al IPC. Ahora parece que hay que tener en cuenta otros indicadores, parámetros y demás milongas. Total: marear la perdiz para ajustar siempre a la baja. Curiosamente, esta gente que nos vaticina el riesgo de colapso podría vivir cien vidas sin pasar apuros económicos. No hace falta tener un máster en Economía (y menos ahora), para darse cuenta de un concepto básico: si al pensionista no le ahogas recortando su pensión, no se ajustará tanto el cinturón, podrá gastar más y acelerar el motor económico del país. Cuanto mayor sea el gasto, más se reactivará el tejido laboral, habrá menos paro y por tanto mayor número de cotizantes a la Seguridad Social, los suficientes como para rellenar la hucha de las pensiones. Esto, que a simple vista es muy fácil de entender, tiene una pega: toda la vida nuestros gobiernos han sido rehenes de entidades sin escrúpulos como la banca y los lobbys, siempre reacios a repartir el pastel. No es lo mismo que un partido político se financie con un crowdfunding en el que cualquier ciudadano pueda aportar uno, cinco o diez euros, a que unos señores te regalen uno, cinco o diez millones. A los primeros les das las gracias y punto, pero a los segundos? Siempre hay que devolverles el favor con creces.