el 20 de junio de 2018 se inició el proceso de participación para el diseño del Plan Estratégico de Salud Mental en Nafarroa, con la elaboración de determinadas encuestas por los agentes implicados. En agosto la dirección se reunió en dos mañanas con los profesionales del sector. El 18 de septiembre se celebró el Foro Salud, en que compartieron propuestas, debates e información partícipes varios: afectados, cooperantes, profesionales y responsables. En segunda fase, se comunicarán en nueva convocatoria las aportaciones aceptadas. Con esto, ha quedado garantizada y acreditada la audiencia de los ciudadanos a través de las organizaciones y asociaciones reconocidas. Sin embargo, se convocará en nueva audiencia directamente a la ciudadanía para recoger su contribución voluntaria a este fin loable. Las líneas estratégicas propuestas para este plan se centran en la coordinación y colaboración solidaria de centros de salud, centros de salud mental, unidades de hospitalización y residencias. El plan de humanización promueve, además, el buen trato, la empatía y la atención respetuosa y adecuada a la problemática específica de estos pacientes. Probablemente, se redactará un nuevo proyecto de Ley de Salud Mental, pero cabe preguntarse si dará tiempo a que el Parlamento lo apruebe antes de las elecciones forales de 2019. En cualquier caso es previsible que, dada su importancia, el Gobierno se viese impelido a culminar este plan estratégico aun en la próxima legislatura.

En la situación actual, hallamos una asignatura pendiente, esta es, un trato deficiente y discriminatorio en la atención primaria a las personas con problemas de salud mental. Los médicos de cabecera deberían considerar la gravedad de que presenten una esperanza de vida inferior a la media. Es un enorme hándicap no darse cuenta de que la mayor parte, lejos de corresponder a la idea que transmiten las películas de la telebasura, son seres humanos más vulnerables que el resto, víctimas de frecuentes malos tratos, estafas y engaños, ya que sus carencias emocionales y afectivas les llevan a ceder ante la agresividad y la fortaleza de las personas supuestamente sanas. No obstante, en esta legislatura se han producido avances importantes. Uno de ellos lo constituye la dispensación de medicamentos en el propio centro de salud mental, disposición que debería convertirse en integral. Otro avance lo encontramos en la nueva legislación, que promueve su autonomía personal. Ahora bien, sin acceso a vivienda protegida y sin inserción laboral específica, se quedaría en un simple marco teórico falto de desarrollo práctico.

Desde las asociaciones que trabajan por la integración e inclusión de estas personas, en contra del estigma social y a favor de su normalización, por ejemplo Anasaps, existe una propuesta, recogida de la experiencia, que destaca entre las demás, a saber, que los centros de salud mental les ofrezcan asistencia psicológica, por dos razones fundamentalmente: primera, porque redundaría en la salud mental del paciente y en su bienestar personal y familiar; y, segunda, porque reduciría el número de ingresos hospitalarios, con el consiguiente ahorro. La excusa que tradicionalmente se ha dado desde la Administración Foral de que no hay presupuesto para más psicólogos clínicos en los centros de Salud Mental, no valora en su justa medida el alto coste económico de los ingresos hospitalarios, que se verían reducidos una enormidad si profesionales cualificados les ofreciesen una terapia conversacional. Al fin y al cabo, los psiquiatras han venido funcionando como simples médicos, cuyas funciones se han limitado a diagnosticar y a expender recetas. De un tiempo a esta parte, ya no se niegan con tanta rotundidad a establecer ese fructífero diálogo con sus pacientes, pero por ahí queda mucho camino que recorrer.

El autor es escritor y miembro del Comité Pro Salud Mental de Anasaps