el anuncio del líder de Ciudadanos (Cs) Albert Rivera de visitar Altsasu el 4 de noviembre ha resultado escandaloso mediáticamente hablando, que no era otra cosa que los que él buscaba: personarse bajo el lema “a la Guardia Civil se la respeta”, cuando aún el pueblo no ha cerrado la herida de los sucesos del 15 de octubre de 2016, con clara pretensión de reabrirlas para ganar votos.

Sin embargo, la idea no es nueva: el pasado 24 de junio, el ahora líder del PP, Pablo Casado -muy apoyado por cierto entre su afiliación navarra-, ya pisó tierras alsasuarras para declarar públicamente que le importaban las familias de los detenidos tanto como el euskera, y acto seguido bajar a Iruña a dejarse increpar por sus contrarios, vendiendo luego la imagen victimista de luchador inefable de la Constitución y la unidad de España contra los radicales a quienes él ya había ido expresamente a provocar. Una agresiva campaña de comunicación, ahora imitada por Cs, quien de entrar en el Parlamento de Navarra quitará sus escaños al PP.

Casado, producto del rebote del los populares por recuperar sus votos fugados Cs, es un claro ejemplo de la crisis de la derecha española, que vuelve a sus esencias más conservadoras después de un largo recorrido de un supuesto moderantismo ya muerto. El peor enemigo de Casado y Rivera no es la izquierda o los nacionalismos -así expresado por los padres de la antigua AP-, sino ellos mismos, en tanto que el uno sigue al otro para ganarle en extremismo, aunque ello implique hacer llorar a familias, amigos y conocidos que sufren la utilización de su pueblo por parte de propagandistas que se aprovechan de su dolor para ganar lo que en otras regiones no consiguen. Y por ese camino, solo queda la denuncia pública a estos señores y el llamamiento rotundo a no votarles, por respeto y dignidad a todas las partes implicadas el 15 de octubre.

El autor es doctor en Comunicación Institucional por la UPV/EHU