En los últimos tiempos el poder español en sus distintas versiones se afana en una carrera para ver quién es más intolerante con uno de los torturadores mas conocidos de la Policía española.

Al pobre viejecito Antonio González Pacheco le están cayendo por todos los lados en lo que a todas luces es un intento de los poderes en centralizar en lo posible la práctica de la tortura en un personaje, para convencernos que quitándole dos medallitas al abuelo e impidiéndole tomar un vino español, ya han cumplido con su obligación de demócratas de condenar las torturas.

Estoy a favor de las torturas y el pueblo también Bolsonado dixit. ¡¡Olé tus pelotas!!

No es el primer político que se expresa en ese sentido, ni la primera persona que está a favor de una práctica que se clasifica en el primer lugar de la depravación y denegación personal del que la ejerce, por encima, en mi opinión, del asesinato, pederastia y cualquier tipo de agresión. Sin embargo en España, la sociedad ha preferido ponerse de perfil y pensar que los hechos claros de vejaciones y torturas no han existido, porque no hay pruebas, y además las denuncias responden a consignas, o ¡¡qué coño!! se las merecen, sobre todo si a través de las mismas se obtienen resultados en las investigaciones. Lo asqueroso es que en el colmo de la hipocresía los poderes que la ejercen se escandalicen y condenen estas prácticas, que saben, se están llevando a cabo.

Me gustaría saber cómo reaccionaría la sociedad si en un momento dado apareciese un vídeo de los interrogatorios de Lasa y Zabala o de Mikel Zabalza. Seguro que la mayoría de los que se ponen de perfil no iban a poder soportarlo más de un minuto. Pero, ojos que no ven, bocadillo que desaparece.

Los animales y las fieras son capaces de matar, pero jamás les veremos torturando a una víctima, como a gente de nuestra especie que encima disfrutan con ello, aunque cuando terminan su jornada laboral van a su casa a darles un cariñoso beso a sus niños antes de acostarse.

Es conveniente recordar que los interrogatorios que he citado se producen después de la modélica transición, que Billy el Niño se retiro en 1982 y Franco murió en el 75. Es decir, durante siete años este torturador fue un demócrata total, y también muchos de los interrogadores de las distintas comisarías y cuarteles, desde entonces hasta nuestros días. Tenemos que tener en cuenta que todavía quedan especímenes como el policía cesado recientemente en Navarra, que sin relación con la tortura, mantiene un pensamiento franquista que lo expresa en las redes.

El actual ministro del Interior no es precisamente un modelo a seguir. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado en más de 10 ocasiones al Estado español por no investigar las denuncias de torturas en las comisarías. Recientemente ha tenido que indemnizar al que fue director de Egunkaria, cumpliendo una sentencia del TEDU. Incluso hay sanciones por no investigar las presuntas violaciones sexuales en comisarías. Pues bien, en varios de los casos de condena del Tribunal a España, el juez instructor era nuestro ministro del Interior, que ahora pretende lavar su conciencia impidiendo al abuelo tomarse un vino, en lugar de investigar a los Billys que tuvo a sus órdenes.

Entiendo que la aclaración de los casos de tortura durante estos años es una de las asignaturas pendientes en nuestra semidemocracia que posiblemente jamás saldrán a la luz porque habría que arrancar demasiadas caretas de demócratasdetodalavida para ver la mierda que se esconde detrás.