Vaya por delante mi enhorabuena a este torneo que se celebra en Tajonar y su ambiente, encuentro de colegios y sus alumnos/as y familiares, donde, salvo excepciones, prima la deportividad y el buen rollo. No obstante, esto no quita para que haya cosas mejorables y a eso voy ahora.

La buena voluntad de quienes organizan esta competición no se puede negar ni poner en duda, pero tristemente a veces con la buena voluntad no basta. Quien lo haya vivido desde cualquier punto vista, participante, entrenador/a, familiar, organizador/a, no puede obviar que se trata de una competición donde hay que dar el 100%.

Son muchas las ilusiones que se ponen en él, a veces demasiadas, pero esto no es problema si se saben gestionar la derrota y el triunfo. Y esto es lo que nos toca hoy, gestionar la derrota. No tiene por qué ser malo, sino una oportunidad para educar y crecer.

Sin embargo hoy la tarea como padre es más difícil. Tengo que decirle a mi hijo que se ha apuntado a un deporte en el que si consigues engañar al árbitro a veces te llevas el gato al agua, o que si este comete un error a veces no hay nada que hacer, que del contrario a veces no se puede esperar clemencia ante una injusticia que le favorece, y que a veces (para mi gusto demasiadas) no hay justo vencedor. Todos estos “a veces” se han juntado hoy y toca explicar que el árbitro ha tomado una decisión errónea que les ha hecho perder. Y le explicaremos claramente que el árbitro de lo único que tiene culpa es de haber tenido la buena voluntad de arbitrar.

También le diré que lo que de verdad importa es lo vivido con sus compañeros y entrenadores y el calor recibido por ellos para animarle y reponerse de lo que él puede considerar un error suyo; que se quede con las vivencias y se olvide de resultados. Y de paso le recordaré que existen muchos deportes en los que hay menos ejemplos de falta de deportividad, que al rival se le trata como a un amigo sin robarle la cartera y que los logros deportivos dependen más de tu esfuerzo y capacidad.

Esto sirve para todo en la vida pero en el fútbol toca vivirlo demasiado. Bastantes veces me voy con la sensación que en este deporte no se forma ni en cantidad ni en calidad suficiente a quienes tienen que velar por el cumplimiento de las normas, que son las que hacen del él un juego en igualdad de condiciones. Lo demás es apostar por “a río revuelto...” o “si puedo cometer una infracción pero no me pillan...”, y ya puestos, “si puedo robar unos sobres...”. Toda persona, equipo propio, rival, afición, colectivo, institución, somos responsables de educar en valores en la medida en que nos toque.

Por ello les doy las gracias sinceramente al fútbol en general y al Interescolar y al equipo rival en particular porque hoy, 2 de enero, han perdido una oportunidad para hacerlo y nos la han dado a madres/padres, una vez más.