recientemente por motivos de trabajo he pasado por Centroamérica; y en todo viaje siempre hay algo que me sorprende y llama especialmente la atención. En esta ocasión, quiero compartir lo que me comentaba un misionero de los PP Paules que trabaja en Panamá en una zona muy cercana a la frontera con Costa Rica, sobre la propiedad de la tierra y de cómo en las comunidades campesinas ponían en práctica la lectura popular de la Biblia partiendo de hechos de vida, desde la realidad y el sufrimiento por el que están pasando muchas familias.

En esa región las tierras son disputadas entre las comunidades campesinas que viven allá desde siempre y las nuevas empresas agrícolas que se han instalado en la zona. Contaba que hasta el momento los nuevos amos han conseguido 1.500 hectáreas y que su objetivo es llegar a 4.000. Hay que señalar que esta visión exclusivamente mercantilista, además, viene motivada por la abundante riqueza de agua en la zona y por las ventajas logísticas dada la cercanía de esas tierras a los dos océanos.

Todo ello está suponiendo un cambio en el modo de subsistencia de las comunidades al hundir al sector agrícola en la miseria a causa de las importaciones de productos más económicos, la especulación de alimentos como política de estado y el no poder competir los antiguos propietarios con sus productos. Las consecuencias sociales de este tipo de actuaciones conlleva al abandono de las tierras y posesiones, lo cual supone abandonar sus sueños e historia, desarraigo y exilio para vagar después por las grandes ciudades como parias de esta nueva sociedad.

El misionero Paul contaba que aplica el método de lectura popular de la Biblia; y así en las comunidades se ha leído e interpretado el pasaje de la Viña de Nabot (el rey que quería la viña de Nabot porque estaba al lado del palacio y quería hacer allá su huerta). Ese pasaje que aparece en la Biblia en el primer libro de Reyes 21,1-16 les ayuda a iluminar teológicamente la realidad. Y es que el conflicto de la posesión y desposesión de la tierra es la médula de esta problemática social en la que las clases poderosas e influyentes se hacen con la propiedad y rompen con toda equidad.

Comentaba que han surgido muchas protestas ante tantas injusticias y de cómo las comunidades hacen alianza común para alumbrar un nuevo renacer con la esperanza en un mundo más cercano a los valores del Evangelio; incidía en cómo buscar nuevas iniciativas y colaboraciones con la ayuda de la banca ética, una planificación estratégica a nivel nacional y sobre la necesidad de sensibilización y de formación para ser más eficientes y hacer frente a esta nueva estructura económica, la de la economía del descarte que tanto ha cuestionado el Papa Francisco.

El autor trabaja en Editorial Verbo Divino, Estella