Leía hace unos días: “No entiendo que se llame cruzada al asesinato de más de 3.000 navarros por tener ideas socialistas”. Casi nadie puede comprenderlo. La realidad es que los curas de nuestros pueblos, la mayoría, estuvieron más con los asesinos que con las víctimas. Solo unas pinceladas: hubo quienes enseñaron la instrucción militar a los jóvenes, se dedicaron a funciones de organización e incluso quienes fabricaron bombas trayendo sacos de dinamita y fulminantes encubiertos. No doy la larga lista de los nombres de estos sacerdotes ni de los pueblos donde ejercieron su ministerio. Claro que hubo excepciones. La más notable la de Marino Ayerra Redín, nacido en Lumbier y párroco de Alsasua que estuvo con su pueblo obrero y escribió en Argentina: “No me avergüenzo del Evangelio”. Curioso que el Primado de España, cardenal Gomá, residió en Navarra, primero en Belascoáin y luego en Pamplona.

Todo el interés de Gomá fue que el obispo de Pamplona, monseñor Marcelino Olaetxea, firmase la famosa pastoral Non licet que contenía todos los tópicos del comunismo ateo, enemigos de la cruzada y terminaba: “Nos os decimos Non licet”. El obispo de Pamplona trató de corregir algunos puntos pero no fue atendido y finalmente firmó. Difícil la situación de Olaetxea y del obispo de Vitoria Mateo Múgica. Olaetxea se negó a bendecir, al comienzo de la guerra, a un grupo de falangistas y requetés: “No puedo bendecir a tropas que van contra los obreros, debajo del traje episcopal llevo un traje mahón de obrero de Baracaldo” (su pueblo). Triste papel de aquella Iglesia. No olvidar para no repetir.