hice un corto viaje a Pamplona donde tuve la oportunidad de realizar una visita a la consejera de Relaciones Ciudadanas e Institucionales, la señora Ollo, en el Palacio del Gobierno de Navarra. En un lapsus, entre sus reuniones de trabajo, me recibió en su despacho; le agradecí ese minuto de quinientos segundos que me dedicó. Le expresé mi agradecimiento por la labor que las instituciones forales de Navarra en la recuperación de la Memoria Histórica, así como por el esfuerzo que están realizando en las exhumaciones y recuperaciones de restos de combatientes fusilados y abandonados en la Guerra Civil de 1936; en mi caso por el de mi tío, Víctor Martirena Alegría, que fue vecino de Uharte Arakil. La consejera fue la que me hizo entrega del féretro con sus restos llevándolos al nicho del cementerio donde, por fin, descansan en paz. Al despedirnos, tuvo conmigo un gran detalle al regalarme un libro que se titula Tejiendo redes, cuyo prólogo es de Paco Etxeberría y lo edita el Gobierno de Navarra. Es un documento que da visibilidad a mujeres y familias con nombre propio, donde relatan sus testimonios sobre los padecimientos y persecuciones que sufrieron las víctimas, presos y sus familias durante la dictadura franquista en el fuerte de San Cristóbal y las distintas cárceles de Navarra durante el periodo del 34 al 45. Presos que eran asistidos por las distintas agrupaciones de mujeres pertenecientes a distintos partidos políticos, asociaciones sindicales, grupos de mujeres anónimas y familias comprometidas con los presos que se dedicaban a hacerles visitas, llevarles comida, lavarles la ropa (generalmente con piojos), tabaco, papel de fumar, dar cobijo a las familias de los presos, etc. A causa de su solidaridad, muchos fueron represaliadas, asesinadas, vejadas, violadas, fusiladas, humilladas; les cortaban el pelo a cero paseándolas por calles y plazas para risa de la gente a las que decían: “Sois hijas de los rojo”; les daban aceite de ricino para descomponerlas. También había otro grupo de mujeres pertenecientes al bando de los sublevados; las denominadas las Margaritas, pertenecientes a la Sección Femenina Española. De misa y comunión diaria que al salir del templo degustaban unos churros en la plaza mientras contemplaban como fusilaban en las paredes del Fuerte a los presos condenados a muerte. Destacaban también otro grupos de requetés y falangistas que tenían otras órdenes que cumplir: desahuciar a las familias de sus casas por dar cobijo a familias de presos; arrancaban de sus hogares a familiares que eran señalados por otros vecinos, por no compartir sus ideas, a los que no se volvían a ver.

De nuevo están surgiendo los antiguos y los nuevos patriotas que ocupan a medias las calles y plazas de la capital del Estado; lanceando sus banderolas, rugiendo, al unísono, su nuevo himno español de: “A por ellos, oé...” aleccionados por esta saga de políticos salvapatrias que pretenden restringir los derechos de colectivos y movimientos sociales: LGTB, feminismo, igualdad y violencia de género, aborto, migración, etcétera. Muchos de estos patriotas posiblemente desciendan de las Margaritas, requetés, falangistas que acudían a la plaza de Oriente para aclamar y vitorear al dictador, que a la sazón continuaba firmando penas de muerte contra aquellos que le combatieron por conquistar un país en libertad.

Tejiendo redes es un libro de agradecimiento a todas aquellas mujeres y grupos que han visibilizado sus testimonios y experiencias sufridas durante la dictadura franquista. También lo es para pedir perdón por su invisibilidad y, lo que es peor, el ser ignorados durante este largo periodo de tiempo. Que nos sirva de recordatorio para que “nunca más” vuelvan a repetirse aquellos horribles episodios de nuestro oscuro y no tan lejano pasado.

El autor es familiar de una víctima del franquismo