Son muchos los concomitantes que abocan al niño a un desfase académico: autoestima baja, carencia afectiva, bullying, y al igual, niños que requieren educación especial por algún tipo de minusvalía física o psíquica. Estos alumnos requieren una atención individualizada y personalizada, porque por sus necesidades especiales se les ubica en aulas cerradas, salvo en alguna asignatura en la que se integran en su aula ordinaria siempre que esté un cuidador cercano a ellos.

En cuanto a todos estos niños que he mencionado con problemas de conducta, dislexia, hiperactividad, autismo, etcétera, en su momento tuve una UC (Unidad Curricular Educación Especial) sobre la TGD (Trastornos Generales de Desarrollo). Este tipo de alumnado requiere afectividad y atención personalizada e individual.

En una ocasión tuve el honor de darle clases a un niño con microcefalia y paralítico cerebral. Sus padres no aceptaban la deficiencia física y psíquica de su hijo y arremetieron contra mí difamándome. Lo recuerdo como un niño afectivo, que siempre estaba contento, y cuando entraba en clase lo primero que hacía era sentarse en mis piernas y abrazarme.

En estos casos concretos hay que ser empáticos y cariñosos para llegar a conseguir los dos aspectos, o sea afectividad y cercanía.

A nivel de educación emocional es necesario que no tengan carencia afectiva ni maltrato físico ni psicológico. Existen trastornos estrictamente psicológicos, como por ejemplo la presencia de temores, miedos acusados, fobias, inhibición emocional y conductual y/o timidez excesiva. En este aspecto mental hay que valorar que en niños con necesidades educativas especiales, algunos de ellos en el patio y en los pasillos del colegio son instigados por el bullying, y tanto su seguridad como su inteligencia emocional se ven dañadas, viéndose así los chavales abocados al fracaso.

En cuanto a los alumnos conductuales, la mayoría de ellos están condenados al naufragio por problemas de afectividad y de poca autoestima, y estos niños acabarán derivando potencialmente en el fracaso escolar. Las evaluaciones trimestrales suelen ser siempre muy bajas y su comportamiento en clase es tedioso. En el fondo lo que quieren hacer es llamar la atención de cualquier manera.

Como referencia estos alumnos tienen padres agresivos, intolerantes y poco comprensivos.

El trabajo a llevar a cabo con los muchachos se tendría que basar en los siguientes pilares:

1. Respetar y aceptar. El primer paso hacia el éxito es respetar y aceptar a tu hijo/a.

2. Conocer. Al conocer a tu hijo/a te hace ser un referente para él/ella

3. Confiar. Darles confianza predispone para la acción y el éxito

4. Valorar. Alegrarse de los pequeños avances académicos y de autonomía. Valorar todo te lleva a conseguir objetivos.

5. Coordinar. Coordinarse entre los profesores y los padres es prioritario para una evaluación continua y directa

6. Sintonizar. Una buena sintonía en la relación con nuestros hijos contribuye al anhelado éxito escolar.

7. Vincular. Relacionar lo aprendido en la escuela con lo que se aprende en la vida cotidiana.

8. Hábitos y autonomía. Conseguir autonomía a través de los adecuados hábitos de estudio y de trabajo.

Pero una cosa hay que dejar clara: el fracaso escolar, a la larga, tiene solución.

La autora es pedagoga terapéutica. Formadora gestáltica