Si una Navarra Suma, creo que hay que tener también presente a esa otra Navarra que Multiplica. Multiplica, a mi modo de ver, la interrelación de las distintas sensibilidades de apertura y progreso que coexisten en esta tierra. No pone alambradas al campo del idioma -lingua navarrorum, heredada de nuestros ancestros- ni a la voluntad de matriculación de las familias navarras en su modelo preferido para sus hijas e hijos. No es amable con la memoria del franquismo y su mitología sostenida durante generaciones desde elevados púlpitos. No está anclada en una aburrida retórica, ni sujeta a un engominado discurso sino que milita en el frente de la libertad de expresión - concepto que no acaba de asimilar bien esa Navarra que Suma- , y en la profundización de la democracia. Es parte activa en el seno del Estado laico que no reverencia el dogmatismo multisecular. Asume la vocación de favorecer a la mayoría social más necesitada desde un trato institucional más cercano, con más empatía, más pulsaciones en el diálogo, más humildad y voluntad de servicio, más moderación desde el obligado ejercicio de la autoridad. Va de la mano del desarrollo de la economía, el comercio y la industria, y planta cara a los grandes desafíos globales.

La Navarra que Suma tiene en su haber, no hay duda, la herencia filosófica y política de figuras relevantes del pensamiento español. Hablemos de Marcelino Menéndez Pelayo y de su celebrada exposición: “Locura es pensar que ‘batallas por la existencia’, luchas encarnizadas y seculares de razas, terminen de otro modo que con expulsiones y exterminios. La raza inferior sucumbe siempre y acaba por triunfar el principio de nacionalidad más fuerte y vigoroso”. Un Marcelino cuyo inmenso e irreprimible amor a España y su sentimiento monárquico puro ha constituido un modelo para generaciones; sentimiento del que escribía un día Ángel Herrera: “Su monarquía ideal no fue la de los Austrias ni la de los Borbones. Dos siglos de absolutismo glorioso, pero exótico, y otros dos de absolutismo inepto, decía él, habían borrado la noticia de nuestra constitución histórica. Su admiración y su simpatía se iban a los Reyes Católicos”. A veces me pregunto si no habrá quedado ahí anclada buena parte de la ideología oficial de la derecha navarra de hoy: en los Reyes Católicos. Y más en estos momentos en que el historiador navarro Pedro Esarte Muniain profundiza en sus investigaciones y avanza que Fernando II de Aragón -Fernando El Católico- pudo nacer en Sangüesa (reino de Navarra) y no en Sos (reino de Aragón).