Dos acontecimientos deportivos se dieron el pasado domingo día ocho, sin contar la excelente actuación en la vuelta ciclista, de Alejandro Valverde, auténtico forzado de la ruta, sin menospreciar a los demás. Por la mañana, la regata de traineras en nuestra incomparable bahía, donde las de Orio impusieron su marca, y ellos, los de Hondarribia, hicieron bueno el pronóstico, al vencer en esta ocasión, por un segundo, a la legendaria trainera de Orio; ellos, auténticos hombres contra el mar, y ellas, qué bien reman, por cierto. Y ya, al otro lado del charco, la final del Open USA, que sin duda pasará a la historia de este deporte como una de las finales más largas y emocionantes. Casi cinco horas de lucha titánica, donde 24.000 espectadores en directo, y millones de espectadores de todo el planeta, a través de la TV, permanecimos inmóviles, no pudiendo dar crédito al ver cómo se desarrollaba el partido entre Nadal y Medvedev. El locutor que lo retransmitía nos decía que no nos fuéramos a la cama, recordando a Turandot, en el aria Nessun Dorma. El calificativo que se me ocurre: fue ¡apoteósico!