No es la primera vez que el señor Rivera -un auténtico camaleón político-, afloja el foramen de su potingue ideológico? Tan patético, como chacinero. La cuestión es que el rebote que, cual insufrible indigestión, he de soportar cada vez que los franquistas quieren organizarnos a los navarros, me siento tan humillando como agredido.

¡Qué España es ésta donde unos políticos saltimbanquis osan jugar -¡cuántas veces lo han hecho!- despóticamente con los sentimientos y la voluntad de los pueblos! ¿Quiénes se creen que son para jugar con la voluntad de la ciudadanía? ¿No es para sentirse humillado?

Aluden hasta la saciedad a la Constitución. Un dudoso engendro gestado por los herederos del franquismo criminal -en connivencia con algunos “buenos prohombres”-, bajo la advocación y patrocinio de la cruz y de la espada. La cruz para perpetuarse en su paraíso fiscal y ético. La espada para seguir en el candelero con sus prebendas y honores castrenses. Para tantos navarros que nunca la aceptamos, gran humillación.

Por lo menos para los que siempre añoramos nuestro fuero.

Una carta, auténtica tapadera de cuarenta años de crímenes, para que los gestores y verdugos de aquel régimen fascista quedaran impunes. Descarada puerta giratoria para que éstos, con un vuelo de chaqueta, pasaran a dominar la judicatura y la economía. Esa es la Constitución que, como humillantes grilletes, a muchos navarros se nos impone.

Gran humillación para un navarro es que sea Madrid quien bendiga las decisiones de nuestro Parlamento. Y que sean los padres de la patria del destino en lo universal, quienes den el sí o el no a la voluntad expresada por la mayoría navarra.

Nos hunden la cerviz, en cualquier roce o nonada con el intangible funcionariado carpetovetónico -por ejemplo, Guardia Civil-, cuando solo tiene validez el relato “oficial”.

Humillación, tan irritante como dolorosa, es el dramático juicio contra los navarros de Altsasu. Drama redactado con evidente odio a todo lo vasco -vasco-navarro- por jueces y esbirros de la caverna mediática, con insoportable tufillo franquista.

Otra humillación bien agobiante y terrible me resulta el teatro del Parlamento. Me explico. ¿En qué país democrático, los miembros, hijos y herederos de un régimen criminal, con total impunidad y altanería, pueden entrar en la res publica? Sin duda en España. Ahí han pululado los Fraga, los Martín Villa, los Landelino Lavilla etcétera, etcétera. Y todos su entornos y herederos?

Pues bien, con arrogante desvergüenza, todos estos “herederos y entornos” tienen la desfachatez de tratarnos a los “abertzales”, Bildu o el que toque, de apestados. Rabia, ininteligibilidad y humillación.

Tampoco entiendo o me resulta imposible comprender si es miedo, pusilanimidad o pasotismo, el habitual mutis de los abertzales ante las andanadas habituales de la fachenda. ¿No tenemos tantas o más razones que ellos para delatarles en todos los foros políticos? ¿Acaso los del “entorno de ETA” somos más réprobos que toda esa inmensa manada de herederos del franquismo criminal? Ya está bien de que, por fas o por nefas, acaben despachándose con el mantra etarra aprovechando eso del Pisuerga?

Me humillan, cuando he de soportar con resignación, por ejemplo, la defensa que la señora Chivite hace de la legitimidad de nuestro Parlamento. Eso de que España no es solo Madrid? Quizás nos fuera mejor si esto no fuera España. Ya veríamos que pasaría si “su Constitución” nos dejara a los navarros decidirlo.

Incluso al PSOE, nunca le ha importado conchabarse con los fachas herederos del franquismo? Se siente cómodo? Mejor Cs, o UPN o incluso el PP. Mejor el tufillo fascista que el abertzale?

¿Hipocresía, desfachatez, connivencia? De todo un poco. No es esto humillante?