Estos días se han celebrado en Agoitz, Erronkari y Auritz unas jornadas participativas sobre el futuro de los valles del Pirineo y prepirineo oriental de Navarra. En ellas se trata sobre El territorio que queremos, en la que participaban los habitantes de esta zona, depauperada históricamente, principalmente ganaderos, agricultores y otros sectores, ayuntamientos, además de técnicos. Organizado desde el Gobierno de Navarra, Nasuvinsa, del departamento de Medio Ambiente y Desarrollo Rural, constituye un enésimo intento de poner orden en el territorio. En este contexto habría que alejar las visiones idílicas del paisaje respecto al turismo rural, que en todo caso es complementario, con criterios de desarrollo endógeno, y favorecer las actividades tradicionales de la ganadería, agricultura y la explotación forestal. Sin ella mal futuro tenemos.

Quien escribe estas líneas ha estado pateando esta parte de los Pirineos desde mediados de los años cincuenta, en los tiempos que se iniciaba la sangría de la despoblación de esta parte de Navarra hacia la capital y su entorno en busca de trabajo. Este mal se convirtió en endémico, los pueblos fueron quedando sin voz, los campos abandonados, las bordas, fuentes y caminos engullidos por la vegetación, mientras los montañeros constataron durante años los cambios producidos en el paisaje. El proyecto de ETUDESA de una macro estación de esquí en Belagua, a principios de los años setenta, afortunadamente fue abandonada por la presión de montañeros, ecologistas y habitantes del valle. La Diputación Foral de Navarra intento frenar el despoblamiento de esta zona creando polígonos industriales en Zangotza, Agoitz, Irumberri, y finalmente en Burgi y en el salacenco pueblo de Izize con escaso eco.

La montaña de esta parte de los Pirineos, abandonada de los modos de vida tradicionales, ha dejado un rosario de pueblos en ruina tras la construcción del macro embalse de Itoiz, la puntilla de los últimos que sumaron 57 localidades, algunos tutelados y otros felizmente recuperados por los mal llamados okupas. Esta sangría tuvo su efecto también en la parte aragonesa de los Pirineos, todo ello unido a la pérdida de usos y costumbres del mundo agroganadero. La apertura de pistas descontroladas, estaciones de esquí fuera de lugar como el Ferial-Contienda de Larra, aprovechando una carretera que nunca tuvo que ser abierta, desde el borde del karts de Larra. Ocurría cuando existía ya la cercana la carretera de Orhi para unir las dos vertientes.

Conocedores del terreno y de los paulatinos cambios climáticos, cuando en invierno se cambiaba las botas por los esquís, se podía esquiar desde todos los santos hasta finales de abril sin salir de Navarra, en Ibañeta, Aralar, Abodi o Belagua. Eran buenos tiempos, Candanchú quedaba lejos. Con la transición, el primer Gobierno de Navarra en 1986 encargó a la Federación Navarra de Montañismo un Plan de Viabilidad sobre Turismo de Montaña y de Nieve. Su diagnóstico fue aprobado y con ello se puso en marcha las propuestas iniciando la recuperación de caminos y cañadas, alternativas a las actividades de la nieve, y otras colaboraciones con distintos departamentos hasta nuestros días. Ahora ya no estamos con Salvemos Belagua, ahora toca ¿Salvemos el Pirineo Navarro?

El autor es montañero, autor de ‘Excursiones por los pueblos perdidos de Navarra’