Por fin ya tenemos gobierno, ¡qué maravilla! Varios partidos unidos en los que se comparten diferentes sensibilidades y se pueden llegar, por lo tanto, a acuerdos comunes que contenten a más agentes sociales. ¿Seguro? Depende. En sentido contrario, se puede argumentar que algunos políticos que van a tener más influencia pretenden dinamitar nuestro modelo de convivencia y que, en consecuencia, el lobo está cuidando las ovejas. Resumiendo: para unos, el pasado 7 de enero hubo fumata blanca. Para otros, fumata negra (ya que así es como ven el futuro). Sea de una u otra forma, propongo un debate entre amigos: preguntar lo que piensan del nuevo gobierno. A partir de la respuesta de cada uno, es fácil deducir a quién han votado.

Ahora bien, ¿qué conclusiones podemos sacar? Para empezar, es difícil saltarse los prejuicios previos. Para las personas que detestan a la derecha, todos los gobiernos en los que no se encuentren son razonables. Si lo que no nos gusta son los nacionalismos periféricos, la izquierda, el comunismo o los independentistas, la conclusión será completamente diferente. Tenemos un cóctel que no nos puede llevar a ningún sitio. Sea de una u otra forma, se trata de valorar hechos, no de realizar opiniones. De hecho, éstas son hoy homogéneas dentro de cada periódico. Es más, es lógico y normal que cada medio siga una línea editorial. Lo que se echa en falta es una mayor diversidad de opiniones. Por esa razón, a nivel de medios informativos existe mucha heterogeneidad. En definitiva, es complicado tener una visión personal propia.

Para empezar, el gobierno es completamente legítimo. Nos puede gustar o no, pero es legítimo. Las acusaciones en contra de esta idea sólo conllevan división y polarización, y eso es lo que no merece la pena de ninguna de las formas. Es más: cuando alguien busca división en el ámbito que sea (familiar, empresa o amigos) debemos buscar una razón de fondo y deducir quién es el que más gana. Que el candidato de Teruel Existe Tomás Guitarte haya recibido miles de correos pidiéndole el cambio de voto o pintadas en su pueblo natal es algo que no se puede permitir en la sociedad de hoy. La verdad, deberían estar más molestos por el hecho de que Guitarte viva en Valencia, no por su voto (bueno, eso es una opinión, no un hecho).

Para continuar, las cosas no han cambiado tanto. Simplemente, ahora los cargos ya no son “en funciones”. Para aprobar leyes se siguen necesitando mayorías muy heterogéneas y los problemas siguen siendo los mismos: desempleo, Cataluña, envejecimiento de la población y desequilibrios sociales asociados a la situación económica. En todo este proceso Pedro Sánchez ha sido criticado por decir una cosa y hacer la contraria: ¿quién se va a fiar ahora de su palabra? No obstante, se debe matizar esa cuestión.

No se trata de criticar (aunque esté muy mal) que haya dicho antes de las elecciones que jamás realizaría los pactos establecidos. Rajoy dijo que nunca subiría los impuestos; los subió. Rivera dijo que jamás dejaría gobernar a Rajoy; le dejó. El problema es que Sánchez puede decir la mañana a inversores internacionales que va a contener el gasto y a la tarde prometer una inminente subida del gasto social o de las pensiones. No es fácil trabajar con personas así. Pero tiene lo que deseaba: la presidencia del gobierno.

Para seguir, el gobierno real no es el central, no. El gobierno real es el del euro. Sí: nos manda la moneda. Ahora bien, ¿cómo lo hace? Con disciplina fiscal. Entre las pocas reglas que se cumplen de la economía, una es que si un país gasta más de lo que ingresa de forma continuada a lo largo del tiempo tarde o temprano necesita financiación y le da a la máquina de hacer dinero (lo cual no es posible en la actualidad). Antes, eso nos llevaba a una devaluación de la moneda. Hoy, la devaluación es salarial. En caso de duda, consultar la historia de la última década.

Entonces, ¿es tan malo que nos gobierne el euro? Tiene sus ventajas: podemos comprar los bienes y servicios producidos en el extranjero más baratos. Cuando la peseta se devaluaba, no podíamos ir a Francia ni a tomar un café. Menos a Nueva York a pasar una semana. Ahora es posible, pero eso se debe pagar de dos formas: ser competitivo, ser disciplinado fiscalmente. Por eso el gobierno no cumplirá la promesa de subir el gasto en 35.000 millones de euros.

Para terminar, ¿qué nos espera a partir de ahora? Un principio de incertidumbre y después, vuelta a la normalidad. Los políticos seguirán discutiendo por tonterías, y no se centrarán en los problemas graves. La razón, no pueden resolverlos. Lo que pueden hacer es poner los medios para que la sociedad los resuelva por sí misma.

El autor es autor de ‘Ideas de Economía de la Conducta’ (Behavior and Law Ediciones) UNED de Tudela