Cuesta creer que el coronavirus, que está asolando a China en particular, tenga su origen en una conspiración, según lo contaban en un reciente programa de televisión. Se trataba de frenar al gigante asiático, antes de que se haga con todo el dinero del planeta. Nuevamente el dinero es el gran protagonista, al ser una de nuestras mayores ambiciones, amasarlo, cuánto más mejor. Que el mundo se conoce como un globo lo sabe hasta el más bobo, y por terráqueo es conocido, sin que tenga ningún sentido. Colón lo equiparó con un huevo, al descubrir un mundo nuevo, más quien tierra le pudo llamar, siendo cadi todo mar. Con tan absurdo comienzo, de toda lógica huyendo, todo sería un espanto, tras tropiezo tan tremendo. Este virus, dicen, se ve en el microscopio, que tiene forma de corona, y de ahí le han puesto un nombre tan monárquico de coronavirus. Pocas veces el mundo en general ha transcurrido en paz, pero hoy atraviesa una crisis como para salir corriendo, con guerras, que al ser tantas no citaré, catástrofes naturales, distensión entre los políticos que manejan el mundo, y no digamos ya, el que se traen los nuestros, que, de seguir así, vamos a acabar todos perturbados, ya que la demencia es contagiosa.