on más frecuencia de la deseada nos movemos por los extremos, son aquellos que nos quitan toda la racionalidad que se nos presupone como seres evolucionados. Por citar algunos, citaré a los de izquierdas y a los de derechas, los nacionales y los extranjeros, los pesimistas y los optimistas, los blancos y los negros, los de ojos rasgados y los que tienen enfermedades mentales. Nos empeñamos en generar distancia, en construir identidades cuando a nivel microscópico no las hay.

La historia del ser humano está jalonada de personas que se han sentido superiores (a nivel genético incluso) cuando se ha demostrado científicamente que tenemos genes de múltiples razas e incluso compartimos genes de nuestros antepasados neardentales. Nos sentimos puros, sin mezclas. Parece que para reafirmar el yo necesitáramos minusvalorar el otro. Construimos nuestra identidad alejándonos de los demás, y lo hacemos con argumentos racionales. Hoy un bicho invisible nos ha alejado de los demás, nos ha aislado y nos ha dado una bofetada. COVID-19 ha marcado fronteras, pero no políticas, sino biológicas. Por encima de todo somos seres humanos biológicos, vivimos y morimos por ello.

Los extremos se manifiestan también en la forma en la que interpretamos lo que nos acontece. El optimismo y el pesimismo deben convivir en una armonía plena: el optimista insuflando esperanza y el pesimista poniéndose en el peor escenario posible para poder elaborar un plan de contingencia.

Cual premonición bíblica ha tenido que aparecer en escena un diminuto microorganismo para darnos varias lecciones. Una de ellas es que todos somos iguales a sus ojos, no te pide el carnet de partido, no te pregunta si eres sueco o malayo, le da igual si eres rico o no, él nos ve a todos iguales. Otra de las lecciones que nos ha dado es que -a pesar de todo lo que el ser humano ha evolucionado- somos muy vulnerables. La autocomplaciencia hace que nos relajemos, que descuidemos el control poniendo la economía por encima de la salud. Recuerdo todos los recortes que en sanidad y en investigación hizo el anterior gobierno. Si piensas en términos políticos a estas alturas del artículo es que no has entendido nada.

Sin ánimo de ser alarmista, el ser humano está expuesto a microrganismos patógenos todos los días, nos infectaremos de gérmenes que hoy no existen. Si pecamos de optimismo y pensamos que eso no nos afectará a nosotros y sí al vecino -otra vez más- demostraremos que no hemos aprendido nada.

Seamos solidarios, seamos prudentes y no nos convirtamos en depredadores de nosotros mismos.

Como buen optimista, pienso que esta crisis pasará como lo hizo la económica en el 2008. Pero si somos inteligentes, aprenderemos de ello. No somos más que nadie ni estamos en la cúspide de la cadena trófica, el virus COVID-19 se alimenta de nosotros.

No hagamos caso a los agoreros fatalistas y tampoco a los que le quieran hierro al asunto. Debemos ser más limpios y respetuosos para con los demás y el medio ambiente. Debemos mostrar una voluntad férrea y luchar sin desfallecer contra este indeseable organismo. Podemos y lo vamos a demostrar.

Hoy se respirará mejor aunque sea desde tu balcón .

Un fuerte abrazo.

El autor es biólogo y CEO Optitud