Una de las cosas más tristes que nos está dejando esta crisis del coronavirus es el no poder despedir en la forma que se merecen a los amigos. Es lo que ha ocurrido en el caso de Javier Zabalza, fallecido el pasado 13 de marzo, una de las mejores personas que he conocido en mi vida.Y no. No es ningún tópico. A las personas que lo conocíais no hay que explicaros nada. Si algo mencionaba la gente al hablar de Javier era eso: ¡qué buena persona!Y así era: alegre, optimista, cercano con todo el mundo, cualidades que transmitía a quien se acercaba a él. ¡Qué pocas personas hemos tenido el privilegio de verle enfadado! ¿Verdad, Josefi?Y como abogado, ¡qué humanidad, qué cercanía con sus clientes! Éste es el tipo de personas que honran a la profesión: los que piensan más en los y las clientas que en sí mismos; los que no utilizan la profesión con el objetivo fundamental de lucrarse sino de ayudar a los demás.Este tipo de personas nunca recibirán el reconocimiento oficial e institucional: medallas de no sé qué santo, homenajes institucionales… Ni falta que les hacen. Se llevan consigo el homenaje, la solidaridad y el cariño de todas las personas que tuvimos la enorme fortuna de conocerles.Javier: no te hemos podido hacer la despedida que tú te merecías, pero te la haremos. Eras, eres, una persona que merece salir de este mundo a hombros y por la puerta grande, y tus amigas y amigos tenemos pendiente el hacerte ese gran homenaje que, sin duda, mereces.Mientras tanto, en la soledad del confinamiento, te seguimos llorando cada día. Te seguimos recordando subiendo todas aquellas montañas con tu fuerza y vitalidad y, por qué no decirlo, perdiéndonos en cada salida, pero, al final, siempre recuperando el camino. Y seguiremos subiéndolas, al menos en nuestra mente, donde seguirás para siempre.Te quisimos, te queremos y te querremos. Y un abrazo muy cariñoso para Josefi e Izaskun.