ersonas encerradas en nuestros domicilios por el bien común, y las que arriesgan su salud y las de su entorno por trabajar para las demás, nadie está libre de la amenaza.

Sin embargo, las Bolsas de Valores y los mercados de capitales siguen abiertos sin, aparentemente, ninguna traba legal ni sanitaria. Se siguen comprando y vendiendo productos financieros cuyas cotizaciones suben y bajan para mayor gloria de la especulación, alimentada por la política de dinero gratis que, por ahora, solo beneficia a dichas actividades.

¿Qué sentido tiene garantizar el pago de las deudas de los intermediarios financieros cuando lo que está en juego es proveer a todas de lo necesario para vivir dignamente durante este periodo? ¿Por qué dejar en manos de empresas privadas el fenomenal montante de dinero necesario para evitar males mayores? ¿Acaso no es la gestión monetaria y financiera un elemento clave de nuestras economías?

La semana pasada, el mercado de Wall Street apagó literalmente sus ordenadores para permitir reconfigurar los programas informáticos que gestionan automáticamente las órdenes de compra y venta... para volver a encenderlos veinte minutos después, business as usual, ¡sigan haciendo sus apuestas!

A la hora en que los pequeños comercios, talleres y empresas se ven forzados a bajar la persiana con lo que ello supone para propietarias, trabajadores y clientas, el casino financiero sigue abierto y viento en popa de la mano de los billones (con doce ceros) de dólares, euros, yenes gratuitamente (tipo de interés cero) proporcionados por los bancos centrales respectivos. De la mano de los fanáticos del libre mercado antiestatal se prohibió a los bancos centrales financiar los déficits de las Administraciones Públicas en nombre de la eficiencia y, al mismo tiempo, se hace exactamente lo mismo con las entidades bancarias privadas para que ellas sean las que proporcionen la financiación a las mismas administraciones públicas y resto de agentes de la economía. Con permiso de Evaristo recordaremos aquello de que "si esto es vivir en serio, preferimos hacer el indio".

Es urgente que las fuerzas progresistas, la gente de a pie, la inmensa mayoría de nosotras empecemos a pensar en otro mundo en el que el bienestar social sea la referencia por encima de los intereses mezquinos y suicidas de la minoría enriquecida que nos conduce a la extinción de nuestra especie (la naturaleza no está en peligro, somos nosotros los que nos hundimos solos). Es cierto que en la Historia los grandes desastres han propiciado cambios sustanciales en las reglas de convivencia y organización social, aunque no siempre para mejor.

Nuestra responsabilidad es conseguir que el impulso hacia la solidaridad (cuidar de las personas más desvalidas) que ahora estamos experimentado, se extienda a la sostenibilidad

ecológica y, en una gran ola transformadora, consigamos reprogramar nuestro sistema económico y social para evitar de raíz las injusticias, la desigualdad perversa, la destrucción sistemática de nuestro entorno. Si algo está quedando claro en esta crisis es que la Economía puede ser puesta al servicio de la comunidad si hay voluntad política para ello.

No podemos quedarnos a mitad del camino para que, en unos meses, si hay suerte, volvamos a ver a personas sin casa en nuestras calles (desahuciadas y marginadas), a pequeños comercios y empresas quebrados financieramente (cautivos de las deudas bancarias que sí tienen costes), a personas con salarios y pensiones de miseria ... a refugiadas muriendo en las playas y mares, a nuestras puertas (bien cerradas, por supuesto)

Estoy convencido de que tomar conciencia de los límites de este capitalismo decadente nos permite vislumbrar el camino hacia la construcción del socialismo democrático, feminista, ecologista, transformador que inaugurará una época esperanzadora para todos los pueblos del planeta.

Hala bedi!

Ekonomia Saila NUP

Las Bolsas de Valores y mercados de capitales siguen abiertos sin, aparentemente, ninguna traba legal ni sanitaria