o sabría decir muy bien cuándo comenzó este sentimiento en el que estamos inmersos el personal sanitario, todo ha evolucionado muy rápido.

Veíamos las noticias de este nuevo virus COVID-19 al principio en la lejanía de China, luego vimos cómo daba el salto a Europa en Italia, y el virus empezó a ser tema de conversación de nuestros descansos o grupos de whatsapp y, de repente, llegó y todo fue a un ritmo imparable.

Empezamos a hablar de porcentajes de infectados, camas de UCI disponibles, protocolos de colocación de EPIS€

Y un día, suena tu teléfono y te piden dejar tu zona de confort en tu lugar de trabajo habitual y pasar a ayudar allí donde te necesitan y ni lo piensas, dices: sí.

Son muchos los sanitarios a los que esa llamada nos ha trastocado nuestra rutina diaria; nuestros turnos; nuestra vida familiar€ pero no lo hemos dudado, es lo que somos, en mi caso enfermera, y es para lo que nos hemos preparado.

Los turnos de trabajo tienen una sobrecarga como jamás se ha visto, sin tiempo ni de ir al baño o de beber agua en 12 horas, pero no nos quejamos, los enfermos no se merecen ni una queja, ni un segundo perdido por nuestra parte en estas quejas.

Y llegó el momento de ponerte las EPIS, esa sensación de falta de aire con la mascarilla; esa presión en tu cara de las gafas de protección; esa sensación de que tu cara estará marcada durante horas€ pero no, no nos quejamos, no debemos, es nuestro trabajo.

Mérito especial tienen mis compañeras veteranas de la unidad. Santa paciencia que tienen, ya que hay mucha gente nueva con muchas ganas de trabajar pero menos experiencia y mil dudas, y ellas siempre dispuestas a contestarte a pesar de la carga de trabajo, siempre con una sonrisa. Si una compañera tiene un momento de debilidad hay 4 impidiendo que caiga, porque somos expertas en trabajar en equipo.

La peor parte es cuando acaba el turno y te miras en el espejo del vestuario y te ves con ojeras; algo más delgada; con cara de cansancio; la nariz y las mejillas con marcas de la mascarilla€ Y entonces recuerdas que has convivido 12 horas con el COVID-19 y que vuelves a tu casa donde está tu familia. Te duchas en el vestuario, recoges con cuidado tus cosas desechando el uniforme con cuidado, te vuelves a desinfectar las manos€ Te montas en el coche y, en ese trayecto del hospital a casa, observas soledad, la soledad de la calle, carretera de tu ciudad o pueblo. Ese trayecto es liberador, es el momento de descargar, de llorar si es necesario, antes de llegar a casa. Entras en tu casa tras 12 horas sin ver a tus hijos pero no les besas ni abrazas y no por falta de ganas€ Sabes que lo primero que debes hacer es lavarte las manos, es lo que la cabeza te manda en contra de tu corazón.

El año 2020 fue declarado el año de la enfermería, y desde luego que lo esta siendo, pero también el de cualquier personal sanitario, porque somos todos uno en esta lucha que vamos a ganar: celadores; personal de limpieza; TCAE; enfermeras; personal de laboratorio de radiodiagnóstico; técnicos de ambulancias; médicos; personal de mantenimiento; administrativos; informáticos; cocineros€

Por mi parte, sólo puedo pedir a la población dos cosas: ¡Quedaos en casa!, vosotros que podéis. Es la mejor manera de ayudar a combatir esta pandemia. Y, por favor, seguid con esa rutina de cada día de salir a las 20:00 horas a las ventanas a aplaudir. Es la manera en la que recargamos las baterías, nos llenáis de energía, nos dais fuerzas para seguir luchando porque, entre todos, lo conseguiremos y venceremos.

La autora es enfermera del Hospital Reina Sofía y concejal de Sanidad, Centros Cívicos y Juventud del Ayuntamiento de Tudela

Si una compañera tiene un momento de debilidad hay cuatro impidiendo que caiga, somos expertas en trabajar en equipo

Ese trayecto del hospital a casa es liberador, es el momento de descargar, de llorar si es necesario, antes de llegar a casa