Me dispongo a escribir unas líneas en memoria de nuestra madre, la madre, y las lágrimas salen de su escondite nublándome los ojos, emborronando la tinta, ablandando el papel…, pero me empeño.Han sido más de diez años de enfermedad, de los cuales casi nueve los ha, los hemos, vivido en la Residencia Landazábal.Los primeros meses de centro de día fueron difíciles; era el tiempo en el que la enfermedad ya asomaba cruel y nos aterraba a los familiares, pero sobre todo a ella, consciente de que su mundo no se movía como hasta entonces, intuyendo lo que iba a venir, y eso la sumía en la angustia y la desconfianza. Las personas del centro consiguieron con cariño, profesionalidad y mucha paciencia que, pasados unos meses, asumiera con normalidad la rutina de sus actividades, de tal forma que al regresar por la tarde a casa nos mostraba orgullosa sus tareas, como habíamos hecho nosotros con ella cuando críos.Meses después, el paso a la residencia fue increíblemente sencillo. La enfermedad avanzaba y, sabiéndose más dependiente, se mostraba confiada y segura al regresar a su otra casa después de los largos paseos que dábamos con ella.Hemos sentido el estupendo trato y la atención profesional, tanto sanitaria como de alimentación y atención en sus cuidados que le han dispensado. Y el cariño hacia ella y hacia nosotros, de tal forma que hemos podido en este tiempo disfrutar muchos, muchos ratos con Nieves. Las circunstancias que estamos viviendo ahora han hecho que sus últimos días de vida no hayamos podido pasarlos con ella, pero a pesar del dolor que eso nos ha supuesto, tenemos la seguridad de que ha estado bien atendida y acompañada hasta que suave, suave se ha apagado la vela de su vida.Mil besos, mil abrazos guardados para ti, madre.Y un reconocimiento a la labor importantísima de todo el personal de la Residencia Landazábal, que en estos días, como tantos otros profesionales de la sanidad y de la dependencia, se están dejando la piel.