Si alguien nos hubiera anticipado lo que nos vendría encima hace un mes, pensaríamos que se trataba de una película de ciencia ficción, basado en una fábula ultramoderna, que podíamos titular Un microbio en el siglo XXI de la galaxia digital ha desafiado al planeta Tierra. Pero no, estamos viviendo una trágica realidad dantesca: miles de personas, en constante aumento, se ven afectadas por el coronavirus, y cada vez se propaga a más países que se contagian, los muertos aumentan a ritmo exponencial, el personal sanitario no da abasto e incluso se ven infectado en altos porcentajes.El coronavirus, por contraste, nos ha llevado a unir esfuerzos, entre los diversos países afectados, para derrotarlo, y a promover una solidaridad mundial hasta hace poco impensable. Este virus ha hecho tambalear ¡ojalá! el individualismo de una sociedad segura de sí misma, y con derecho a maltratar a los más indefensos con el amparo legal de leyes antivida. Ha hecho frenar el ritmo de un mundo enfermo de activismo, nos ha unido frente a los muros que nos separaban, porque él no sabe de líneas fronterizas o de clases sociales o de status o de profesiones. A todos los nivela por el mismo rasero como el poder igualatorio de la muerte en las Coplas de Jorge Manrique. Pero no lo olvidemos: de nuevo los más afectados por el coronavirus serán los más necesitados; aquellos que no tienen un techo donde guarecerse, una familia con la que compartir esta cuarentena o un almacén en casa. Sin despensa, sin techo, sin trabajo, sin tierra, sin medios. Estos no pueden esperar. Por ello alguna buena partida de la aprobación de los Presupuestos del Estado debe ir destinada a los más vulnerables y recortarlo de otros apartados que sí pueden esperar o incluso desaparecer en tiempos de recortes que ya se avecinan. Hemos comprobado, y se repite constantemente en los medios de comunicación, que "nos salvaremos juntos" y "juntos derrotaremos al coronavirus", apoyando entre todos las medidas establecidas por el Gobierno. Todo un aprendizaje en tiempos de esta pandemia, para incorporarlo luego a nuestra vida y conducta diarias.Finalmente, me uno a los aplausos diarios a las ocho de la tarde a todos los que están en un primer plano dando la vida por salvar a la gente como es el personal sanitario, los servicios básicos a la población, policías y agentes de seguridad, capellanes de hospitales o de prisiones que ayudan a morir a miles de personas alejadas de los suyos en momentos tan tristes y desarrollando unos servicios impagables por pura solidaridad o, en en caso de los últimos, en un abnegado servicio de caridad cristiana. ¡Muchas gracias a estos nuevos valientes héroes del momento!