Hay que diferenciar al que tiene la facultad de hablar con gracia, lo cual es grato, divertido, del que va de gracioso de turno que se vale de los demás para divertimento del personal, aludiendo a algún defecto físico o similar.A lo largo de la Historia se encuentran ejemplos de lo dicho. Se llamaba Alonso de Madrigal, era obispo de Ávila, allá por el año de 1540, dejó escritos interesantes. Hombre de poca estatura, enjuto de carnes, curtido del solazo castellano, sus paisanos le llamaban El Tostao. Fue llamado a Roma por asuntos concernientes a su cargo. El Papa, en un receso, se dirigió a él ante nutrida audiencia con clara intención de hacer gracia a su costa: “Alzaos”, le dijo cuando estaba de pie. El avulense gastaba malas pulgas cuando mentaban su talla, contestó con seria expresión para asombro de los presentes: “Santidad, los hombres se miden de las cejas para arriba”.Llevo jubilado años ha, pero no se me olvida cierta anécdota en mi vida laboral parecida a la mencionada. Hay jefes, jefazos, jefecillos, jefuchos, jefezuelos... la variedad es inmensa. Uno de ellos, haciéndose el gracioso en presencia de numerosos compañeros me trató de “Sr. Arca...” Risas, cachondeo general. Para más inri, reiteró: “Bueno... Sr. Arca”. Carcajadas. La cara que puse y la respuesta hizo palidecer a más de uno: “Lo mínimo como se debe tratar a una persona de 50 años, oiga. No soy el chaval de los recados”. Y lo dijo con conocimiento de causa. A la edad de 14 años empecé a trabajar justamente de eso, de chaval de los recados.Desde aquella fecha, de ud. y de lejos, manteniendo la distancia como mandaban los cánones. Que sepa, entonces no había coronavirus. No es ético tomarse atribuciones que no corresponden riéndose a costa de los demás. Nos lo decía nuestro Maestro de niños: “Eso hace la gente malvada, despreciable”. Ulertzaile onari, hitz gutxi.