l pasado 16 de julio, el señor Jesús Domingo, destacaba de forma favorable la adecuación “altamente tecnificada” en la cría del porcino y las medidas adoptadas por los criadores en “la dieta de cada animal para maximizar su aprovechamiento energético y nutritivo” en pos de la reducción de emisiones de metano para paliar sus efectos sobre el Medio Ambiente. Coincido con el señor Domingo en celebrar las medidas adoptadas, pero me permitirá algunas acotaciones que entiendo afectan al común de los consumidores.

Explica el señor Domingo que “hoy las pautas de ingesta de los animales están muy ajustadas a su edad y características, se han sustituido ingredientes ricos en fibra y baja digestibilidad por cereales y se han incorporado proteínas, aminoácidos y enzimas digestivas que reducen muy considerablemente las emisiones de gases contaminantes”. Pero en mi condición de profano en la materia, me permitirá tomar vela en esta ceremonia y preguntarle si me podría aclarar las dudas más que razonables que me asaltan al respecto.

¿Se deberá esa modificación alimentaria (al ganado porcino) en el efecto que, por ejemplo el lomo, desprende en la sartén al freírlo ese sospechoso fluido blancuzco que nunca antes habíamos conocido? De nadie hasta el momento he obtenido explicación satisfactoria, a salvo de la sonrisa de mis amigos veterinarios y su afirmación de que “el agua es más barata que la carne”.

Ampliando la impresión, en esto de la alimentación de animales de consumo, llaman la atención los “nuevos” sabores que se advierten en el pollo, muslos y pechuga en particular, con su bastante desagradable sabor a cartón o algo así a lo que se parece, y de los filetes de ternera o vaca que acaban soltando no menos de un 20% de agua y se cuecen en la sartén en lugar de freírse, o en la carne de guisar con la que ocurre otro tanto al rehogarla.

Y en esta cuestión no apunto culpabilidad ninguna, ni mucho menos, en los carniceros u otros comerciantes que venden carne porque lo hacen con lo que compran, y creo que no negará el señor Domingo que algo hay en el proceso de alimentación animal que obliga a ponerlo en cuarentena, ahora tan de moda, y que resulta susceptible de recelo. Los modernos sistemas de crianza y de alimentación animal acepto que contribuyan a combatir la pandemia de hambre y llegan a sectores más numerosos de la población, pero que en cuestión de calidad y sabores que conocimos algo nos hemos dejado por el camino. Celebro su optimismo, señor Domingo y tan amigos.