ealmente no sé por dónde empezar. Os pongo en situación; soy maestra de educación infantil en el sistema de educación pública del Gobierno de Navarra. Este curso me toca ser maestra de un maravilloso grupo de niños y niñas de 3 años. Ellos han comenzado el cole por primera vez en medio de todo este caos y se han adaptado lo mejor que han podido a todas las medidas y protocolos que tenemos que realizar en el día a día (que no son pocos). Lavado de manos, mascarillas para entrar y salir, para estar en el patio, no compartir materiales en los rincones, no celebrar su cumpleaños… cosas que para muchos adultos serán insignificantes pero que para ellos es un mundo, su mundo. Qué bastante difícil es separarse de papá y mamá para venir a un sitio nuevo para que encima les pongamos tantas restricciones y por supuesto con unas maestras que tiene la obligación de mantener la distancia con ellos metro y medio.
No sé realmente quién ha establecido este protocolo pero lo que sí estoy segura es que no tiene hijos y que nunca han estado en un aula de infantil. Porque sinceramente creo que ningún maestro/a pueda dejar que un niño esté llorando porque echa de menos a su familia y no acudir a consolarle, porque se ha caído y no poder abrazarlo y curarlo, porque simplemente vengan a darte un abrazo y un beso y tengas que echarte hacia atrás y rechazarlo, porque se hagan pis o caca encima y no podamos ayudarles a cambiarse. Todos sabemos que esa distancia es ficticia y que asumimos el riesgo porque si no, no estaríamos realizando bien nuestra labor, porque no sé si los que han diseñado el protocolo han leído el curriculum de educación infantil y se han cerciorado de que una de las labores imprescindibles del maestro es garantizar el bienestar emocional de los niños y niñas. Así que mires por donde lo mires, siempre incumplimos una norma. O garantizamos la distancia y no cumplimos el curriculum ni garantizamos un mínimo de humanidad en la escuelas o incumplimos la distancia, hacemos que los niños se sientan seguros y asumimos el riesgo al contagio.
¿Por qué os cuento todo esto? Porque esta semana uno de mis alumnos ha dado positivo y tras seguir el protocolo confinan diez días a sus compañeros y les hacen una PCR al principio del confinamiento y otra al final. Sin embargo, las maestras debemos seguir yendo al centro escolar, sin PCR ni confinamiento. Eso quiere decir que aunque yo el lunes cuando tuve que abrazar, sonarle los mocos, ponerle la mascarillas varias veces porque como es normal se les cae (tienen dos y tres añitos) no tengo derecho a que me consideren contacto estrecho, porque lo que se supone que tenía que hacer es no acercarme a ella.
Veo dos posibles soluciones, una y la más fácil es que Educación nos proporcione de una vez por todas mascarillas de fpp2 a las maestras de infantil, que aunque sea nos aseguren un mínimo de protección. Es la petición que llevamos reclamando maestras, dirección y sindicatos desde el 1 de septiembre y a la que educación hace caso omiso. Pero luego pueden alardear de que en los centros no se están contagiando… aunque no será por sus prevenciones sino por el ímpetu con el que todos los trabajadores estamos trabajando, dándoles gel todo el rato, insistiendo en ponerse bien la mascarillas, no dejándoles compartir nada (con las repercusiones emocionales que puede tener esto para un niño pequeño), abriendo ventanas y puertas todo el rato aunque eso suponga estar helados en clase, etcétera.
Y la otra solución sería que a día de hoy yo llame a salud laboral y al contarles mi caso me manden a realizar una PCR, diez días de confinamiento y otra PCR al final. Es lo que llevo intentando toda la mañana, pero ni siquiera da tono y al parecer están cerrados. Así que una vez más nos piden responsabilidad, nos piden en muchas ocasiones medidas absurdas y cuando realmente necesitamos su ayuda nos dejan solos y solas, sin tener en cuenta que yo tengo una familia a la que proteger y otros alumnos y alumnas a las que mañana iré a dar clase con el riesgo de estar contagiada.