n el Parque del Mundo de Pamplona, en el barrio extramuros de la Chantrea, se encuentra uno de los epicentros de los recursos de Salud Mental de Navarra.

La entrada más antigua, la más imponente, nos lleva al Centro Psicogeriátrico San Francisco Javier, La casa del tejado rojo, un lugar que jamás debe ser olvidado, concretamente por la riqueza humana de sus residentes. Os puedo asegurar que aquellos que los hemos conocido jamás los olvidaremos; profesionales, vecinos del barrio e incluso escritores y directores de cine.

Precisamente, el impulso de este artículo se debe a ellos, a las ricas historias que tenían que contar para el poeta Mario Zunzarren, y que motivó a la Asociación Navarra de Escritores a detenerse en la labor de estas personas para con el arte, la sociedad y la salud.

Así que gracias al edificio antiguo ahora me detendré en el nuevo.

La experiencia comienza en Administración, donde un superequipo, seas profesional o usuario de salud mental, te saluda por tu nombre para recolocarte, dentro de la confusión del trajín diario o dentro de la confusión de tu situación de salud, en el camino adecuado. En mi caso, y debido a mi última experiencia laboral, me dirijo hacia la izquierda, allí donde se encuentra el pasillo que corresponde con el Programa de Atención a Primeros Episodios.

Y, frente al pasillo, hablaré como escritora y os contaré qué hay tras las puertas de los despachos.

La primera puerta por la derecha está ocupada por una psicóloga alquimista que maneja los elementos esenciales de la mente humana con maestría. Si avanzamos hacia la izquierda, tenemos tres despachos contiguos. La dueña del primero es una psicóloga arquera con una agudeza de puntería letal; ahora está habitado por un psicólogo con lupa, capaz de ampliar las miras de cualquier intervención. El siguiente, de Psiquiatría, lo ocupa una elegante pianista, que toca las teclas de la salud con tal precisión que podría hacerlo con los ojos vendados. Más adelante, una enfermera te pide que subas a su todoterreno para un trabajo transdisciplinar. Interdisciplinar, no. Transdisciplinar.

Una sala de espera.

En el despacho de la trabajadora social nos encontraremos un pulpo con sus ocho brazos trabajando y abrazando al mismo tiempo. Más adelante, el programa dispone de una psicóloga con un cerebro y un corazón tan grandes que tendrán que ampliar su despacho. Contiguamente, una psiquiatra con el don del teletransporte: está en todos lados, está a todo y está para todos. Siguiendo, se nos aparecerá una enfermera dueña del viento; si sopla fuerte, empuja cualquier nubarrón, y si sopla despacio, todo se convierte en una brisa agradable. Lo que necesites. No puedo olvidarme de los espacios para estudiantes y residentes, el muestrario de habilidades.

Y haré una mención especial a mis compañeras, las terapeutas ocupacionales, que en esta situación de emergencia sanitaria dedican su jornada a reinventar imponentes lienzos a pesar de la escasa paleta de colores. Las distintas tonalidades del ocio se han restringido, apenas quedan colores para el empleo, y los matices formativos y educativos están emborronados. Pero consiguen hacer de los pinceles varitas mágicas.

Y, una vez hemos recorrido el pasillo, os hablaré como sanitaria, y os contaré qué hay más allá de estas puertas: una red de Salud Mental repleta de muchos otros grandes profesionales.

Por eso me gustaría hacer una llamada a la protección de este gran tesoro. Y porque hoy eres sanitario, pero mañana usuario, aplaudo a todos aquellos profesionales que se esfuerzan en seguir con el plan de Salud Mental y formar una intervención de tela de araña junto con la persona susceptible de atención psiquiátrica sin paternalismos. Asimismo, hago hincapié en que, por parte de todos, se mantengan las herramientas adecuadas, tanto materiales y organizativas como psicológicas, para cuidar de la salud de ambos lados, que, como he dicho, son el mismo.

La autora es vocal de la Junta de la Asociación Navarra de Escritores