A la hora de estar en familia debemos recordar que la casa no es un segundo trabajo, sino una fuente de realización personal. Por tanto, debemos dar valor a las tareas de cuidado del hogar como cuidado de las personas.Es hora de desterrar la idea de cargas familiares referido a nuestros dependientes. Al mismo tiempo es imprescindible valorar y reconocer adecuada, moral y materialmente a los que nos ayudan con estas tareas, como son los abuelos, los vecinos o los empleados del hogar. Finalmente, para que aquellos a quienes cuidemos entiendan nuestros malabarismos, es imprescindible hacer partícipes a nuestros hijos o a nuestros mayores de nuestro trabajo, explicarles el valor concreto de nuestro trabajo hacia dentro y hacia fuera de la familia para que sepan que cuando no estamos también los cuidamos y cuidamos el mundo en el que les toca vivir.Como dice Natalia Ginzburg en su libro Las pequeñas virtudes, “ésta es la única posibilidad real que tenemos de resultarles de alguna ayuda en la búsqueda de una vocación: tener una vocación nosotros mismos: conocerla, amarla y servirla con pasión, porque el amor a la vida engendra amor a la vida”.