¿Qué piensan los adolescentes sobre la vida, los padres, el estudio, el trabajo, el amor... en una época tan llena de sorpresas? Y, aparte de tales cuestiones de carácter general, ¿cuáles son sus problemas más acuciantes?La carta anónima de una quinceañera, remitida hace tiempo junto a otras 99 seleccionadas entre 8.000 más, escritas por adolescentes, a la sección Cartas al director de un periódico italiano, podría servir como aislado testimonio de tales preocupaciones. La página aparece redactada en primera persona narradora, pero me he permitido la licencia de evocarla en tercera omnisciente, con solo los enunciados más significativos, para darle un tono común. La protagonista vive sin ninguna finalidad y hace las cosas sin comprender su sentido; estudia en un instituto y tiene muchos admiradores que solo le producen indiferencia. Si alguno queda con ella, comienza a odiarlo y le da plantón. Le gustaría trabajar y no ir a clase más. Se siente sola siempre o a menudo y pasa días enteros sin dirigir la palabra a nadie de la familia. Cambia mucho de vestidos al día o se pone el mismo pantalón todo el mes. Su padre, al volver del trabajo, reacciona con voz airada por encontrarla siempre encima de la cama. Ella dice que no es la única en obrar así, que muchas hacen lo mismo. Solo al final de la misiva, pide ayuda a los lectores, porque su madre no comprende nada y no puede dársela.Al hilo de su confesión, ¿cabría aconsejar a la autora sobre sus comportamientos y ayudarle a salir del narcisismo en que se halla sumida durante la edad más tempestuosa de la vida humana? Por lo que se refiere a la actitud paterna, no se sabe quién esquiva el tácito deseo de diálogo, si él o ella. Asimismo, se entiende su actitud contra el centro escolar, si la rutina en el aula es parecida a la que describe María Montessori en su ensayo Del niño al adolescente, donde "Cada día, profesores y materias, cambian, sin criterio, de continuidad: cuando el alumno está a punto de adaptarse al contenido nuevo, llega el profesor de otra materia".