Subí a Pamplona para ver la obra de Miren Doiz en el balcón del Museo de Navarra. Esa artista años atrás, como los maestros antiguos, había desdibujado, disimulado y a veces eliminado la barrera entre pintura y escultura. Quería ver lo que ahora decía.El museo estaba cerrado y no conseguí encontrar su balcón. Nada había a la vista que alertara de Miren Doiz. Rodeé el edificio y me topé con un grafiti que lo miré como si llevara esperándome desde que lo pintaran. "Contra viento y madera, resistencia callejera", decía. Entonces me vino a la cabeza otro slogan de muchos años atrás contra la guerra de Irak, hace tantos que igual me pierdo en el siglo anterior. Alguien puso con muy buena letra improvisada en un contenedor para cartón: ¡No matarás! Y debajo firmaba: Dios, remarcando la firma con una línea horizontal ligeramente inclinada. Me dije que quizá pudiera ser el mismo artista callejero, porque eso es arte, sin duda, aunque solo sea por el oportuno cambiazo entre marea y madera que con una letra más desdobla una imagen en dos diferentes. Al final me he convencido de que sería el mismo artista, aunque no lo fuese físicamente, porque el arte es la huella temporal en el espacio de una generación que se va. Así que todos somos ese grafitero anónimo si apreciamos su talento condensado en esa expresión surgida de un segundo de clarividencia. Además, me di cuenta de que toda la odisea de ese día, como la de Joyce, no estaba sostenida por ninguna planificación de mi parte. Alguien o algo había cerrado puertas y abierto otras hasta conducirme a comprar un libro en la vieja y única librería abierta ese domingo, apostada en mi trayecto a la deriva. Parecía una especie de orfanato de libros abandonados, un hospicio de literatura de último recurso. Contra todo pronóstico allí encontré uno de Muñoz Molina esperando pacientemente que yo pagara tres euros simbólicos para liberarlo de la pena de no ser leído. Al final me di cuenta de que John Lennon tenía razón. Que la vida es eso que te sucede mientras estás planeando otras cosas. No somos más que el ladrillo del muro de Pink Floyd, pensé. "No eres Robin Hood ni Gunga Din, no eres un cruzado ni un rey consagrado. Solo eres Patán, el perro mal criado". Me lo decían cuando era niño desde la tele en blanco y negro. Nunca pensé que fuese cierto. Ahora de viejo parece un axioma. Al menos el libro de momento merece la pena.