ste mes de septiembre he iniciado las clases en la Universidad, y quizá este año he sido más consciente que nunca de la importancia del primer día de clase. En varias ocasiones he tenido la oportunidad de dirigirme a los estudiantes de primer curso en su primer día en la universidad. Cada año he pensado qué iba a decirles y cómo hacerlo para que el mensaje llegara; una tarea difícil e interesante a partes iguales.

Pues bien, este año me parecía importante transmitir ilusión ante los estudios que acababan de comenzar. Puede parecer que la ilusión es algo accesorio ante unos estudios universitarios, pero, en mi opinión, resulta crítico para el éxito en la trayectoria del estudiante. Me explico. Uno estudia mejor aquello que le apasiona porque la función cognitiva de las personas está afectada por las emociones. De hecho, recordamos aquello que nos impacta emocionalmente. Es decir, las emociones estructuran nuestra memoria actuando como un zoom o un filtro: se concede preferencia a algunos recuerdos en función del estado de ánimo en el que nos encontramos.

Incluso la teoría económica reconoce el papel de las emociones en la conducta. En 2017, Richard H. Thaler recibió el Premio Nobel de Economía por sus contribuciones a la economía conductual. En resumen, no todo es matemática y racionalidad, sino que los sentimientos y las emociones determinan las decisiones que tomamos en nuestra vida y, por supuesto, en el mundo económico.

Estas contribuciones teóricas nos indican la importancia de crear un ambiente propicio para el desarrollo intelectual. Además, cuando una persona inicia unos estudios, se enfrenta a la inseguridad del primer día, a un nuevo entorno, a unos nuevos conocimientos, etcétera. El reto consiste en transformar esa situación hacia la vocación a los estudios que van a incidir en el futuro laboral de estos estudiantes. Para ello es importante ayudar a los jóvenes a que les gusten los estudios que han escogido, y una forma efectiva de hacerlo es a través del ejemplo; transmitir, como profesor, que te apasiona ese campo de conocimiento.

De forma análoga, conseguir que las personas que trabajan con uno se impliquen en el proyecto debe ser el reto de cualquier directivo. Sembrar ilusión ante el futuro es importante y será, con toda probabilidad, determinante en el éxito del proyecto. Al igual que en el caso anterior, el ejemplo será el mejor motivador.

La pandemia ha paralizado buena parte de los proyectos de las personas. Por eso es todavía más importante reiniciarlos con ilusión y disfrutar del futuro que se construye a partir de este primer día.

La autora es doctora en Economía. Premio Fin de Carrera. Profesora de la Universidad Pública de Navarra. Profesora-tutora UNED Pamplona