Desde hace siglos la especie humana ha tenido la curiosidad, y después la necesidad, de controlar y enumerar el tiempo. Desde los iniciáticos ciclos de luz y oscuridad hasta llegar a decidir finales olímpicas de atletismo por milésimas de segundo en una imposible photo finish.Un concepto transmitido de generación en generación y, en mi caso y creo que de manera generalizada, es el hecho de la fugacidad del tiempo y aprovechar cada uno de los momentos en que vivimos ante el desconocimiento del final vital, además de para romper rutinas y ritmos pésimos. Una comida, una canción, un regalo de no cumpleaños, un beso-abrazo sin mascarilla. Cualquier opción es buena desde la conciencia de que ese momento no retornará. El famoso poema Instantes nos recuerda las oportunidades pasadas. Hoy día el tiempo es símil de poder, de dinero, incluso de libertad. "No tengo tiempo", "en otro tiempo", "has llegado a tiempo", "cuánto tiempo queda", "aprovecha el tiempo", "¡cuánto tiempo!". Siempre creemos que existirá un luego, y muchas veces optamos por un después más apropiado que ahora. Dos años de pandemia, veinte días de guerra, tres meses de tratamiento, diez segundos de cuenta atrás. ¿Se fijaron en el slogan del anuncio de loterías en que se autoproclamaban dueños del tiempo? ¿Cuántas canciones han narrado en sus estrofas las melancolías de su velocidad? "El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos...". Unido a la alabanza al dios Cronos, nuestra sociedad ha normalizado el reloj como objeto de decoración o elegancia. Sin duda, para informarnos y como simbología para ensalzar edificios emblemáticos en ciudades y pueblos, también. Caprichos del tiempo o no, curiosamente el pasado viernes 11 de marzo las agujas del reloj de la Plaza del Ayuntamiento de Iruñea se pararon a las 9.36 h. de la mañana y así estuvieron durante todo el finde. Esta semana también he podido apreciar, por primera vez en mi vida, la fachada del edificio de La Vasco-Navarra de la Avenida San Ignacio sin su emblemático reloj-termómetro. Ya llevaba desfasado de hora y medio fundido desde marzo de 2020.Quién sabe si volverá a marcar el paso de la ciudad. El tiempo lo dirá.Tempus fugit.
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