Han pasado ya más de dos años desde el inicio de la pandemia, y en todo este tiempo hemos aprendido a valorar la salud y la vida como privilegios esenciales. Desgraciadamente, este virus se ha llevado muchísimos por delante. En cierto modo, la muerte a causa de algunas enfermedades es algo habitual en todo el mundo y, en muchos casos, lamentablemente inevitable. Sin embargo, lo que me resulta alarmante es que hoy en día se sigan dando numerosos casos de muerte a manos de la propia raza humana.Así pues, existen asesinatos de todo tipo: violaciones, organizaciones mafiosas, terrorismo y, en este último mes, la guerra. Me resulta tremendamente aterrador que, en pleno siglo veintiuno, se den estas tragedias. Esto me lleva a pensar en la deshumanización de aquellos que se creen capaces de decidir cuándo alguien puede vivir y cuándo no.Por otro lado, junto a estos atentados contra la propia vida humana, se dan otros que no resultan tan impactantes, pero que merecen un mayor reconocimiento por parte de la sociedad. El bullying, la agresión física, el racismo, la calumnia e infinidad de distintas formas de violencia, podrían considerarse enemigos de la vida. Y es que estarán conmigo en que vivir es mucho más que sobrevivir. Porque, no solo se ataca la vida con la muerte biológica, sino también con la violencia, tanto física como psicológica, a personas de cualquier edad, raza y condición. No trato de restar importancia a los crímenes que se producen diariamente en todo el mundo. Simplemente quiero recordar que, si uno le hace la vida imposible a otro, aunque no mate a nadie, no deja de actuar en contra de la vida. Como decía, vivimos en una sociedad deshumanizada en la que, en nuestro propio país, se dan cientos de casos de homicidios al año, y miles de víctimas de acoso de cualquier tipo. Seamos más compasivos con los de nuestra propia especie, ayudemos siempre amablemente al que pueda necesitarnos, protejamos a los indefensos... Seamos humanos.

La autora es alumna de 1º de Bachiller del colegio Irabia-Izaga