Una nueva víctima mortal que sumar a las cifras de la vergüenza (ya son siete las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año y más de mil ciento treinta desde que se tienen datos). Según parece, el marido de la víctima, policía local, disparó repetidamente su arma reglamentaria sobre la mujer en presencia de su hija, de diecisiete años; un segundo hijo del matrimonio, de diez, estaba en el colegio. Le pediría al señor Feijóo que haga una parada en Ceuta y, mirándoles a los ojos, les explique a estos dos huérfanos por qué para el PP, que aspira a presidir y que ha introducido a Vox en el gobierno de Castilla y León, ya no son (ni tampoco su difunta madre) víctimas de la violencia machista, sino de la más abstracta "intrafamiliar" (como ya ha incorporado a su léxico el señor Mañueco), con las implicaciones que eso tiene sobre la consideración y derecho a reparación de las víctimas. Y, de paso, por qué, como ha propuesto la presidenta Ayuso (secundada por Cuca Gamarra -¡cualquiera le corrige un exabrupto a Isabel...!-), las ayudas económicas que como víctimas recibirían para paliar en muy pequeña parte el horror de la situación en que les deja el asesino "intrafamiliar" y que tienen cargo al presupuesto del Ministerio de Igualdad, deben destinarse a corregir los precios de los combustibles en lugar de aliviarles la carga a las víctimas. Que se lo explique bien, que en las próximas elecciones la chica ya tendrá edad para votar y un voto es un voto.