Platón la enuncia dentro de la tradición filosófica clásica que son las virtudes cardinales sobre las que descansa la moral humana. Su práctica establece que se ha de dar al prójimo lo que es debido con equidad respecto a los individuos y el bien común. Es una virtud que no tiene el mismo significado aunque sí el mismo nombre que la justicia judicial que imparten los jueces y tampoco sea virtud, sino la expresión de la venganza de los jueces que tienen la capacidad de interpretar y aplicar las leyes que promulgan de los representantes elegidos contra los que las violan. Ambas son opuestas. Alguien debería explicar a la ciudadanía que el deseo de justicia natural en el ser humano, que tiene su origen en su sentido de solidaridad y de afecto entre los hombres, se asemeje a la justicia de las sentencias de jueces atiborrados de leyes que se les exigen para ingresar en el aparato judicial desde el que emiten sus sentencias; lo cual no presupone que sean justas. De ahí que la ciudadanía desconfíe al comparecer ante un juez porque más que justicia parece más un ajusticiamiento. Es un hecho empírico. La maldición popular lo expresa con saña: "tengas pleitos y los ganes". Habrá que recordar el escándalo que supone liberar de toda responsabilidad al rey Juan Carlos después de que el fiscal haya retorcido la interpretación de las leyes con la sensación popular de orgía judicial. Es justicia judicial la del CGPJ cuyo mandato está caducado hace tres años y sus miembros no tienen la dignidad de dimitir. La justicia judicial, ¿no tiene nada que decir sobre las sentencias revocadas por tribunales europeos, evidenciando incompetencia profesional y desprecio por las normas legales que las invalidan? Faltan por investigar las ilegalidades en el procés catalán desprestigiando la justicia española ante la europea cuyas condenas revocarán. Platón lo borda: "donde reina la justicia y el amor sobran las leyes".