Desde la perspectiva de un nuevo orden internacional visto desde Rusia y China, Rusia se considera legitimada para reclamar su propia área de influencia sin injerencias, maximizando sus principales activos: su poder militar y sus reservas de hidrocarburos. Reservas a las que va a añadir los yacimientos de gas del este en Ucrania, los segundos mayores de Europa después de los noruegos. La llamada del canciller alemán a Putin para garantizar la continuidad del suministro demuestra que la dependencia frente a Moscú va para largo. Y que si Occidente realmente cree en un orden internacional sometido al derecho, va a tener que hacer sacrificios para conseguirlo.