El desastre de los incendios recientes en nuestra comunidad, y los que vendrán, nos muestran además de la fragilidad ambiental, la desprotección en que nos encontramos las personas y propiedades. Muchos nos preguntamos, ¿hasta qué grado de peligrosidad nos enfrentamos durante los veranos sin que las instituciones nos aporten respuestas convincentes?

Si a la subida de las temperaturas experimentadas cada año, le añadimos que se reducen drásticamente las primaveras y otoños, nos encontramos ante un futuro terrorífico donde seguramente cambiarán nuestras vidas a mucho peor.

Casi nadie sostiene actualmente que el cambio climático y la destrucción sistemática de los ecosistemas no sean propiciados por los humanos en nuestra loca carrera por crecer y desarrollarnos económicamente de forma creciente y mantenida. Esto tiene un precio, y es que lo que ganamos por un lado lo perdemos por el otro, en calidad de vida, salud, reducción de la pluviometría, aumento de las temperaturas, tormentas, ciclones, y sobre todo en seguridad.

Todo esto lo deberían saber nuestros gobernantes, pero como el medio ambiente no da votos, dedican sus energías y presupuestos a otros sectores, que no plantean precisamente la conservación del planeta Tierra y nuestras vidas. Sin un medio ambiente saludable, todo lo demás sobra, y es por esto que los departamentos de Medio Ambiente deberían ser los primeros en financiación y en proyectar sus planteamientos de sostenibilidad al resto de los departamentos.

Los últimos incendios hacen preguntarnos… ¿Cómo fue posible que saltaran tantos incendios a la vez? ¿Estaba nuestra comunidad preparada en efectivos humanos, vehículos suficientes, información y legislación para hacer frente a lo ocurrido…? ¿Por qué la nueva normativa sobre el uso de fuego para prevenir incendios ha tardado tanto tiempo en presentarse? ¿Cómo es posible que algunos agricultores cosechen en días de peligro extremo por las altas temperaturas sin retenes cercanos preventivos?

Crítica severa aparte se merece la UAGN de Navarra por su oposición a la nueva normativa sobre el uso de fuego para prevenir incendios propuesta por Desarrollo Rural y Medio Ambiente. El señor Bariáin, aparte de pedir mayor presupuesto para prevenir los incendios, debería acatar las restricciones en el uso de las tareas agrícolas en situaciones de peligro extremo. Con el fuego no se juega…

El cambio climático y sus efectos más visibles en las olas de calor veraniegas, incendios y reducción de la producción agrícola… nos asustan y preocupan durante estos meses. Luego, pasado el verano, se olvida y la sociedad vuelve a su habitual forma de vida insostenible. O sea…¡que siga la fiesta hasta que el barco se hunda…!

Se ha publicado que la ciudadanía está muy preocupada por el cambio climático, pero no quiere que las medidas para atajarlo les afecten. Aunque dan “una alta importancia al problema” de la crisis medioambiental, la mayoría se opone a subir impuestos a la gasolina, a los coches más contaminantes o a reducir el consumo de carne, o a los desplazamientos, etcétera.

¿Pero qué podemos hacer para sobrevivir con temperaturas que superen los 40º? Llegando a este punto, el cambiar el clima de la noche a la mañana es imposible, porque el daño ya está hecho, pero podemos intentar adaptarnos a él si actuamos inteligentemente.

Si sabemos lo que nos espera y que la ONU viene anunciando con insistencia, lo necesario sería adelantarnos e intentar crear formas de vida, de trabajo, de ciudades resilientes, para que el futuro sea soportable. Pero antes debemos renunciar a muchas cosas, entre ellas al modelo de sociedad.

Y no olvidemos que el decrecimiento que no nos gusta ya está aquí y seguirá, sin duda, aumentando debido a que los combustibles fósiles y materias primas baratas se están acabando. El cambio climático es el mayor reto al que se enfrenta la humanidad, con impactos devastadores y de largo alcance para las personas, el medio ambiente y la economía. l

El autor es miembro del Consejo Navarro de Medio Ambiente