Estas líneas las escribe una mamá o ama, nada más, ya que es así como te llaman una vez que entras por la puerta de la UCI pediátrica. Desde ese mismo instante te conviertes en “la ama de…” para todos y todas las profesionales que trabajan ahí. Para estos grandes profesionales solo tengo buenas palabras que decir. 

Nunca había estado en una situación tan dura como la que hemos y estamos pasando. Os aseguro que cuando entras por la puerta te encuentras a un equipo humano que se desvive por curar a tu hijo/a, por hacerle la vida mejor mientras esté ahí dentro y a ti, padre o madre, te dan palabras de ánimo y esperanza las cuales te hacen resurgir del hoyo en el que acabas de entrar. 

Por este equipo tan maravilloso, y por todos los papás y mamás que están, y por los que pasarán por aquí, es por lo que creo necesario que se sepa en qué condiciones está actualmente la UCI Pediátrica. ¿Qué tiene de mejorable la UCI Pediátrica? Uno de los aspectos más importante que se debería mejorar es que se trata de un espacio abierto. Es decir, el o la paciente y sus acompañantes carecen de intimidad. Si te tienen que informar de algún aspecto relacionado con la evolución de tu hijo/a lo hacen en un espacio abierto, el cual no está aislado, en el que todos los demás padres y madres, niños y niñas, lo oyen todo. De igual manera, también se ve todo. Cuando ingresan a un paciente el resto ve cómo entra en la camilla, cómo viene llorando (lógico, lo hacemos hasta las personas adultas cuando nos ponemos malas y nos dan una mala noticia). Imaginad un niño o niña de 10 años que de pronto ve un montón de profesionales: médicos/as, enfermeras/os y auxiliares corriendo de un lado para otro, preparándolo todo: máquinas, mascarillas, tubos, monitores, oxígeno... como si de una película se tratase. Porque una cosa es incuestionable, el equipo humano y profesional que trabaja ahí se vuelcan con cada niño/a de una forma admirable.

Cuando suceden estas situaciones, que son muy habituales en este espacio, al niño/a le entra el miedo, tiene que ver cómo otro de su edad o más pequeño es colocado en una cama con un montón de tubos y monitores, rodeado por veinte profesionales que dan órdenes, lo mueven todo para estabilizarlo y lo colocan en su espacio. Después se da paso a los padres y madres, a los que explican la situación y calman allí mismo. Todo esto lo ve el resto. Cuando yo vivo esto como adulta se me parte el alma cada vez que veo entrar a un niño o niña, y a sus padres y madres desesperados… ¿Y en el caso de un menor? ¿Cómo le puede afectar vivir estas situaciones? ¿Cómo puede gestionar sus emociones en un momento así? Y todavía peor si es el niño o la niña, con quien compartes espacio, el o la que entra en una crisis. Las máquinas comienzan a pitar y se acerca todo el mundo corriendo. ¿Nos asustaríamos los adultos? Probablemente sí. Pues pensad en el caso de un pequeño/a. ¿Y qué sucede cuando llega la noche? Por la noche a todo el mundo nos entran más miedos si estamos enfermos o nos sentimos frágiles. Pensemos en un niño o niña fuera de su casa y en un lugar desconocido: la UCI.  

Las máquinas pitan y pitan cuando se acaba el medicamento, cuando suben las pulsaciones, cuando se te infla el pulsómetro etcétera. Y no es una única máquina sino también las del resto. Es aquí cuando te toca calmar a tu hijo/a, decirle que no pasa nada, que todo va a salir bien y que esté tranquilo/a. Esto supone que cada niño/a se despierta muchas veces a lo largo de la noche y al estar convalecientes lo que necesitan es poder descansar ¡es tan necesario! Es por todo esto que los boxes deberían estar cerrados. Es algo urgente y necesario. 

Se debe reducir el impacto psicológico que supone para la niña o el niño estar ingresado/a siendo tan pequeño/a, sin poder levantarse de la cama, sin poder casi moverse… Y asegurar que, al menos, esté en unas condiciones dignas y adecuadas para que el sufrimiento sea el menor. Con boxes cerrados, el niño/a está en un entorno más tranquilo, con menos ruidos, se garantiza la intimidad de todos y todas, se permite el apego seguro con su madre, padre, tutor… descansado en un entorno seguro. Sería mucho mejor para su recuperación.

A todo lo dicho hay que añadir otro inconveniente: cuando entras te advierten de que la UCI está en medio de la zona de quirófanos, por lo que no se puede entrar y salir si no es acompañado por el personal que allí se encuentra. Un claro ejemplo es que cuando necesitas ir al servicio debes avisar al/la enfermero/a o auxiliar que esté en ese momento. Esta persona tiene que dejar de realizar su trabajo para acompañarte, esperarte fuera y volver a entrar contigo. Algo tan básico no tendría que ser tan difícil. Una UCI Pediátrica debería tener un servicio para acompañantes y el personal profesional no debería tener que dejar de hacer su trabajo para llevarte y traerte. No están para eso sino para cuidar y curar a tu hija o hijo. 

En definitiva, necesitamos una UCI Pediátrica con y en condiciones dignas. Para el personal, para las y los acompañantes y, sobre todo, para los niños y niñas convalecientes. La UCI Pediátrica lleva años de un lado para otro del hospital, sometida a soluciones temporales a la espera de una nueva. Pero esta nunca llega. Es urgente que sea cuanto antes. Por último, queremos aprovechar estas líneas para agradecer enormemente el cuidado que han dado a nuestros hijos/as los y las profesionales de la UCI. Sobre todo, el cariño que han recibido. Gracias por hacerles reír, por hablarles con ternura y por hacerles su estancia más cómoda. Como grandes profesionales que sois, espero que podáis disponer de las condiciones necesarias para que vuestro trabajo sea lo más cómodo y digno posible.

*Firman esta carta: Rebeca Andueza, ama de Xabier; e Izaskun Garrido, ama de Alaitz