Se dice que las leyes son favorables y se remarca su existencia pidiendo la aplicación. Pero, qué pasa si en el caso a juzgar las leyes no fueran favorables? ¿Intentaremos sacarle la razón apelando al hecho que las leyes no son la última palabra? Posiblemente, y como hemos visto en muchos casos polémicos, se intentará cambiar el sentido según nuestros intereses. Pero esto no tiene que ser así, la ley y la norma tienen que acontecer el elemento de referencia que determine los márgenes por donde tiene que transitar la actividad humana. Asimismo, a veces los dos términos pueden ser dudosamente justos o cuestionables, pero tienen que marcar las fronteras de lo que se puede hacer y lo que no. Por otro lado, su cumplimiento no depende de las interpretaciones individuales y subjetivas, tiene que ser del poder judicial. En definitiva, dentro de la distancia que se encuentran la ley y la norma, y sin caer en comportamientos ilegales, tienen un margen bastante amplio para desarrollar su acción.