Las últimas noticias en varias comunidades sobre la escasez de personal no son nuevas. De hecho, esta escasez lleva fraguándose desde hace años por diversos motivos. Podríamos desglosar varios, como la tendencia demográfica que avisaba del envejecimiento de la plantilla, la crisis de 2008 que produjo la salida de miles de profesionales y de cuyos recortes no nos hemos recuperado, la falta de aumento de inversión real en ámbitos como la Atención Primaria y la utilización de políticas de gestión, que se han mostrado obsoletas e ineficientes a tenor de los resultados y consecuencias que estamos observando y sufriendo.

Y es que no solo la sanidad navarra necesita un cambio en cuanto a los objetivos y acciones para dar una cobertura digna a la ciudadanía, sino que las protestas generalizadas que se están realizando en múltiples comunidades autónomas desde Madrid al País Vasco, con diferentes signos políticos, nos tiene que hacer ver que el problema es claramente estructural y generalizado. Legislatura tras legislatura se utiliza la sanidad pública como arma arrojadiza, teniendo como paganos de esta situación a las y los pacientes, así como a las plantillas.

En el momento actual, se está polarizando la situación en el personal facultativo que está sufriendo las consecuencias de un modelo totalmente medicalizado, en el que la tecnología diagnóstica implica multitud de procedimientos, generando unas cargas de trabajo y unas necesidades secundarias, en muchos casos inasumibles con la plantilla y el funcionamiento actuales. La continua desinformación transmitida a la población por parte de los representantes políticos y los gestores, vendiendo un sistema totalmente irreal e inasumible de atención, no hace sino generar malestar y tensión a profesionales, usuarias y usuarios. Todo potenciado por una falta de ideas, a veces erróneas, a veces interesadas, en el ámbito de gestión que nos lleva arrastrando desde hace más de 20 años a esta situación.

Las tendencias son claras, falta grave de personal médico y de enfermería los próximos 10 años por las jubilaciones masivas de este personal que en algunos servicios implica el 50% de la plantilla. Desidia y burnout de gran parte de la plantilla por la situación sufrida y las condiciones laborales que tuvieron su puntilla en la pandemia del covid. Una falta de presupuesto claro, sobre todo en Atención Primaria, que empuja a las y los ciudadanos a la contratación de seguros privados y que va a implicar inequidades en la atención sanitaria a colectivos más desfavorecidos y a una ineficiencia total de la tan cacareada colaboración público-privada ya que el ámbito privado también sufre la escasez de personal.

Las soluciones deben pasar por un cambio en las políticas de gestión sanitaria, una autonomía real para la toma de decisiones que suponga cambios eficientes en la atención. Pero, además, debemos poner en valor al resto de la plantilla que conforma la sanidad pública para obtener, mediante el empoderamiento de todos y todas, una sanidad pública de calidad.

Necesitamos un sistema transformador que blinde la atención sanitaria y deje al margen los intereses políticos de unos y otros; un sistema que garantice, por una parte, que las fluctuaciones económicas y la volatilidad de mercado no impliquen una merma en la atención ni un recorte en las condiciones laborales, y, por otra, que tengamos personal suficiente necesario para realizar el trabajo.

El autor es delegado de LAB en Osasunbidea