Corría el año 1986 y Argentina aún sufría las secuelas de haber sido severamente derrotada en la guerra para dirimir la soberanía de las Islas Malvinas por el aguerrido y sofisticado ejército británico. Poco pudieron hacer los entusiastas jóvenes argentinos en la línea del frente ante una armada muy bien pertrechada, con una vanguardia letal formada por los feroces gurkhas nepalíes. La humillación sufrida por un pueblo orgulloso como el argentino sumió a la nación en una depresión colectiva que marcó a sangre y fuego a toda una generación.

Pero las cabriolas del destino depararon que en los cuartos de final del Mundial 86 de México se enfrentarán Inglaterra y Argentina en la búsqueda de un pase a la semifinal. Ese día, Diego Armando Maradona metió un gol con su mano izquierda; gol que junto al maravilloso tanto que logró minutos después supuso el pase de Argentina a semifinales, ante el mayúsculo desconcierto inglés. Cómo afirmó el propio Maradona en la rueda de prensa posterior al partido el tanto lo había marcado “un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios”. Las hiperbólicas crónicas periodísticas de la época contribuyeron a que ese gol propiciara una catarsis en el imaginario colectivo argentino que se interpretó como una merecida venganza ante la soberbia inglesa, contraponiendo a la derrota militar una victoria futbolística de tintes épicos.

38 años después, y muy cerca del corazón de la Vieja Iruñea, en Irulegi, han realizado un hallazgo extraordinario; ha aparecido otra mano, esta vez la derecha. En este caso no parece probable que se trate de la otra mano de Dios, sino que es la obra de una mujer o un hombre que hace más de 2.100 años creó una mano de bronce con palabras escritas en lengua vascónica, precedente del euskera, lo cual refuerza la tesis de que los vascones que habitaban estas tierras poseían una escritura propia para leer y escribir y que esa lengua era la propia de los habitantes de esta zona.

Durante muchos años el euskera ha sufrido una campaña de menosprecio y desprestigio por parte de las instituciones, y buena parte de la clase política de Navarra se ha enrocado en prejuicios y cierta ignorancia para ponerle trabas e impedimentos continuos al desarrollo natural de la lengua. No cabe duda que esas campañas nos han hecho sufrir y hacen mella en el ánimo de los que amamos esta lengua hasta el punto de que en ocasiones se nos hace muy cuesta arriba la sempiterna defensa del euskera y la cultura vasca en Navarra.

Por eso, al igual que el gol de Maradona para los argentinos, el hallazgo de esta joya arqueológica nos ha traído una buena dosis de esperanza, de justicia poética y de aire fresco a nuestras convicciones y ha supuesto un manotazo monumental en la cara (dura) de todos aquellos cuyas fobias y obsesiones les ha llevado a pretender desprestigiar nuestro legado histórico, cultural y lingüístico.