Desigualdades por todos lados, mujeres muertas, excarcelaciones tramposas y malintencionadas, todo vale para posicionarnos y lavarnos la cara, cada cual del lado que le interese lavársela.

Estos días nos toca evidenciar viejas y nuevas desigualdades, y oír datos, muchos datos tan afanosamente ocultos durante todo el año, para mostrar la realidad esquiva que nos rodea.

Estos días tocan programas sobre las mujeres en el mundo, en la India o en Afganistán, exóticos y crudos análisis que nos alejan de nuestra cotidiana realidad de mujeres hartas de lo mismo, hartas de que se inventen cada año viejas realidades nuevas para las que faltan leyes nuevas que van a ser la solución esperada.

Cierto es que los avances normativos van blindando el camino hacia la igualdad, no hay duda con esto. Sigan por ahí, y, de paso, si se preocupan de que estas leyes se cumplan, mejor, incluso es probable que todo vaya más rápido y cada vez tengan menos desigualdades de las que echar mano en sus discursos.

Pero recuerden, la desigualdad se aprende, no nace del aire, ni de las incapacidades eternas de las mujeres o las niñas. La desigualdad se aprende desde que nacemos, incluso desde antes de nacer, no en vano el sexo de cada bebé es la respuesta que, una vez conocida, permite empezar a escribir su futuro, por algo será. Y por lo mismo, no lo olviden, la igualdad también se aprende, desde cada casa por supuesto, pero sobre todo desde los centros escolares, que esto también lo recogen sus leyes.

Todos los centros escolares son responsables de garantizar de forma obligatoria el aprendizaje de las competencias para vivir en igualdad en todas las etapas educativas de forma que niñas y niños, independientemente de su sexo, puedan crecer libres e iguales. Para que la violencia no tenga a qué agarrarse, para crecer con la fuerza, la seguridad y la autonomía para afrontar la vida y sus desafíos, para aprender a cuidar y a cuidarnos, para que cada quien elija estudiar y ser lo que quiera ser, para construir relaciones de amistad, afectivas y sexuales desde la igualdad, según los deseos, la identidad, la religión o la cultura de cada cual.

Y sería delito olvidar que esta rueda ya está inventada. Navarra fue entre 2017 y 2019 referente en el Estado con un programa de coeducación premiado y reconocido más allá de nuestras fronteras. Pero quienes ahora nos prometen leyes y pactos, rebajaron sus condiciones de aplicación hasta límites imperdonables, con la vergonzosa complicidad de quienes lo permitieron o miraron para otro lado.

Así que este 8 de marzo, por poner una fecha, les agradeceríamos que retomaran en serio lo que se debería hacer desde el sistema educativo para avanzar hacia la igualdad. Porque lo siguen haciendo a medias. Y claro, luego nos faltan leyes.

La autora es psicóloga, técnica de Igualdad