Ahora que los listillos dirán que era de esperar que pasara algo así. Que los enteradillos comentarán que ya lo sabían. Que especulan con la veracidad del accidente. Que podría estar preparado por los ricos para huir de la ley, de las deudas, de la ruina... Ahora que, jocosamente, murmurarán en los corrillos, mercadillos, rastros, barras de bar, basureros y en petit comité, en el Congreso de los Diputados; que como eran ricos los que cayeron en el submarino que bajó a 4.000 m. para visitar al Titanic, ¡que se fastidien! ¿Puede haber algo más triste que alegrarse de que un ser humano muera? Pero claro, eran ricos, esto lo cambia todo. ¿Somos conscientes de la crueldad que destilan los comentarios que se oyen?

Pablo Iglesias cometió la imprudencia de decir en un vídeo que se puede visitar que “se emociona cuando ve que alguien agrede a un policía”. ¿Eso es un delito de odio? ¿A qué anima Iglesias que hagan sus discípulos? A su amigo de las rastas lo condenaron por eso mismo. Mi abuela decía que cuando hay una muerte, todos somos asesinos: unos por irse de la lengua, otros por callar, otros por inducir, etcétera. Tenía un amigo comunista que cuando veía un tricornio les decía cosas feas. Esto acabó cuando su propia hermana entró en el cuerpo. ¿Qué les parece? Verdaderamente, solo atendiendo a la conciencia podemos salir de esta espiral de locura.