No había escándalo pese a las palabras proferidas. Había ido al Teatro Real a ver una de esas recuperadas obras que se muestran en versión concierto, Coronis, interesante zarzuela de Sebastián Durón, y comentaba con los amigos la frase que habían escuchado en ese templo de la cultura, financiado por el ministerio, pues uno de los personajes decía que la mujer solo ha de servir para guisar, coser... Aunque luego la trama le replicaba que era tal visión cerrada cosa descabellada. 

En otros lugares están los censores amputando los textos clásicos o simplemente no se muestran. La incultura de la cancelación no quiere que se vea lo que oficialmente se desvía de sus pretensiones y nuevos inquisidores reprimen cualquier manifestación que pueda considerarse machista, homófoba, xenófoba, etc. En vez de preocuparse de que haya una gran educación de fondo, que permita comprender y admirar lo bueno del pasado de modo crítico, prefieren borrar cuanto no les conviene.

Suelo explicar en mis clases que el mero hecho de ver obras del pasado con hechos indecentes o malvados no provoca a otros a seguir tales perversiones. En la plaza de la Señoría de Florencia se exhiben algunas de las más importantes esculturas que han configurado la Historia del Arte, como el Rapto de las sabinas de Giambologna o el Perseo de Cellini, que tiene un busto en el Ponte Vecchio, pero no veo que quienes admiran su arte se conviertan en violadores o asesinos, como tampoco quienes admiran la belleza del rapto... 

El contexto cultural explica y hace comprender cómo también podemos entender la esclavitud que hizo de griegos y romanos fieros imperios, sin que estemos de acuerdo con ello. Comprender ayuda a entender las claves del mal y cómo se genera. Una actitud bobalicona que censura e impide la libertad de expresión no elimina el mal, lo tapa con un velo puritano. 

Y estamos llegando a ver cada vez más el problema de un enorme distanciamiento entre grupos culturales que se observa cuando llegan norteamericanos a visitar nuestros museos. Muchos no quieren ver El gran masturbador de Dalí, cuadro simbólico, no explícito; tampoco desnudos como la Maja de Goya o Las tres gracias de Rubens... Otros, en cambio, colocan en los museos nacionales de arte contemporáneo obras explícitamente pornográficas y rijosas... 

Este mal viene ahora, otra vez, de los Estados Desunidos donde en universidades se combaten repudiándose, denunciándose, en periódicos y televisiones. Cada vez más vemos cómo habitamos una guerra civil cultural o anticultural, una guerra ideológica que al lector quizás importe poco porque piensa que son asuntos de arte y literatura, pero que luego se traducen en políticas sociales y educativas de graves consecuencias. 

La nueva presidenta del Parlamento de Cataluña dice que quienes hablan castellano no son catalanes, son colonos... Esto es muy peligroso.