Los retratos y los paneles a los que van adheridos desaparecen; la propaganda móvil es sustituida por publicidad, mientras que las urnas vuelven a su lugar de descanso hasta la próxima cita. Fulano se levanta para volver a su rutina, la campaña más dura pero así es la vida: es preciso fichar y contento ya que ello supone que uno trabaja y puede afrontar los gastos mal que bien. Mengano, levanta la persiana de su negocio ya que ha decidido no hacer puente. Día que cierra, día que no factura. Zutano, hace la compra y se contiene para no blasfemar al comprobar que el precio de la fruta está por las nubes, el melón cotiza como si de beluga se tratase; por su parte, Perengano entra en un bar a tomar un café y en la televisión se ven sesudos tertulianos inasequibles al desaliento tratando de desbrozar los resultados electorales mientras hastiado ya de tanto mensaje hojea un periódico deportivo para ponerse al día en el culebrón Mbappé y su señora madre. Millones de hombres y mujeres anónimos acuden como hormigas a sus quehaceres cotidianos caso que los tengan; el día anterior fueron los protagonistas, eso dicen al menos quienes se dedican a la política, pero la mayoría se siente insignificante salvo en su microcosmos. Tras unos meses de vorágine necesitan que cesen los lemas, gestos y palabras grandilocuentes, promesas varias, polémicas estériles, ataques a degüello, etc. Sólo piden eso. ¿Lo conseguirán?