Indignación elevada a la enésima potencia es lo que provoca la muerte de un sherpa de 27 años, después de pasarle por encima y pisarlo los turistas-montañeros, sin auxiliarle, darle oxígeno y bajarlo al campo base. Entonces es cuando echas de menos un dios monstruo que se coma a sus hijos, Vulcano, que dé un zarpazo y los mande Himalaya abajo; después les dejará rodar cuesta abajo para que sepan lo que es bueno, pero los recogerá antes de llegar al fondo para que no se estrellen. 

Los meterá en una jaula como a los monos y, vestidos de Himalaya con ropas acolchadas, botas y calcetines, guantes bastones y gafas, todas nuevas, caras, de marca, les colocará un gorro siberiano de zorro polar y los y las exhibirá en las ferias de los pueblos para que la gente vea hasta donde puede llegar la degradación humana. Fin de la historia.