Carlos Gimeno, este ciudadano navarro de un pueblo llamado Mendigorría (Monte Rojo), ha vuelto a ser nombrado consejero de Educación por orden de la presidenta Chivite, suponemos, a no ser que le hayan impuesto desde Madrid: es una afrenta, un desafío, un descaro, un insulto a la ciudadanía euskaldun y navarra por extensión. Mal empezamos.

¿No tenía el Partido Socialista algo menos ofensivo que ofrecer, una mujer u hombre que ame el euskera y de esa manera quitarse la roña que le cubre y las vergüenzas escandalosas? Si esa va ser la forma de gobernar provocando, nos tendrá en frente y saldremos a gritarle, señora Chivite, que con la comida no se juega. No estamos empalagados de dulces, sino en un charco enorme en el que disfruta como un niño el señor Gimeno; ni en una mina cubierta de agua y las cañerías atascadas de porquería, compresas, bastoncillos y lapas apestosas. Déjenos respirar tranquilos que ya nos han sofocado e inundado suficiente. No perdonaré nunca que no me hayan enseñado euskera, la lengua de mi tierra, en la escuela, de niño, como hicieron con el castellano. Y soy, como ustedes, de la Ribera, del sur, donde parece que nos han condenado, por la gracia de Dios del Partido Socialista, del franquismo y sus devotos, a galeras, a las mazmorras con un grillete al cuello y otro a los tobillos.

¿Qué hemos hecho de malo, de perverso, para que nos traten así? No lo repitan con más generaciones, con las nuestras creo que son suficientes para avergonzarse frente al mundo, a la historia y a los ciudadanos débiles. Nos estamos hartando de ser buenos, de aguantar a los que nos pisaron y nos pisan el cuello: piénseselo, ahora los responsables de las consecuencias son ustedes, el Partido Socialista. Deberían sentirse orgullosos de su tierra y antepasados. Ustedes sabrán por qué no. Los navarros somos navarros y después navarros, no castellanos. Exigimos los mismos derechos a nuestra lengua, el euskera, que al castellano. Queda dicho.