La decadencia de España
La basura política que impera en estos momentos electorales está degradando aún más la política española convirtiéndola en lo que la población considera un juego de villanos, por lo que rechaza participar en política y no votar, pues los datos así lo corroboran. Consideran que la política está manipulada por los profesionales que viven de ella e ignoran a la ciudadanía.
En las recientes municipales y autonómicas los resultados han sido catastróficos para el PSOE y partidos de izquierda, en cambio, la derecha y la derechona han copado los ayuntamientos importantes y las comunidades autónomas socialistas han devenido en extrañas coaliciones entre el PP y VOX que cambian la estructura municipal y autonómica con riesgo grave de crisis general.
Lo sorprendente es la actitud pasiva y resignada del PSOE, pues su objetivo parece limitarse a formar gobierno gracias a los votos caídos del cielo del exiliado Puigdemont, junto con una coalición de partidos nacionales e independentistas progresistas. Para ello imponen condiciones a Sánchez para cederles sus votos para la investidura.
El PSOE especula con formar “un gobierno progresista”, pero tiene que aceptar condiciones de los nacionalistas catalanes lo que requieren la interpretación al límite de la Constitución, someter a los jueces guardianes de la ortodoxia a la justicia de la UE. Se trata de que los jueces controlen al PSOE, PP y las amenazas golpistas de VOX que en su debacle electoral se muestran cada vez más agresivos y menos reflexivos, además de que no cesan de aparecer ante los tribunales por corrupción; todos estos errores y argucias de los que se aprovecharon de la Transición es lo que da vida a la expectativa de Sánchez de ganar al torpe Feijoo, a quien las encuestas daban la mayoría absoluta y que ya se ha convertido en el jefe de la oposición por méritos propios.
Ni con la ayuda masiva de la UE y de una ciudadanía poco exigente que, a pesar de todo, se siente satisfecha, este país no puede frenar su decadencia hasta que desaparezca el franquismo sociológico del que viven aún muchos demócratas sobrevenidos.