Días pasados se explayaba Alicia Ezker en su escrito a propósito de las lenguas. Lo releí varias veces porque atrajo mi atención. Me dio por cavilar sobre el tema. Decía que son riqueza al alcance de todos y se disfruta aunque no entiendas. Cuando hacía el bachiller, en aquellas fechas, el francés era asignatura obligatoria. Aunque no lo habláramos con fluidez tuvo de positivo despertar mi interés por los idiomas.

Cada cual tiene sus preferencias a la hora de sentarse ante la pantalla del televisor para visionar y escuchar lo que transmiten. Lo digo porque hace unos años, no muchos, salió un japonés. Por extraño que parezca, sus palabras quedaron grabadas en mi cerebro. Qué bien se expresaba vocalizando concienzudamente, lo que motivó que no se me olvidan. No sé escribirlo con sus signos, con los nuestros sonaba así: “Kouo iroi sola no do kokani”. Traducción: “En alguna parte del cielo inmenso”. ¡Caramba! Da que pensar.

Si hay algo que no puedo evitar es poner atención, aunque el idioma sea totalmente desconocido para mí. Hace unas semanas lo que vi sí era una película. Una señorita aborigen habló en su idioma natal, el sioux: “Sumani tutonca uasi” (El que baila con los lobos). No hace falta mencionar el título. Estaba clarísimo. 

Conclusión. Los entretenimientos, mejor amenos, divertidos, son mucho más agradables. Al mismo tiempo, depende de las imágenes y el tema, proporcionan conocimientos. Es cuestión de prestar atención. Disfruto. Y es gratificante ampliar conocimientos. 

Baslama zalima (adiós guapa) (árabe).